Cultura

La gloria fantasmal de Bolaño

  • 'El Tercer Reich', una novela primeriza publicada ahora por Anagrama, se une a la variada lista de obras póstumas del chileno · El escritor, convertido en una suerte de "icono pop", es también un talismán editorial

"Póstumo suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor". Así hablaba Roberto Bolaño, ya enfermo de muerte, de la más inútil y extraña de las glorias. Varios amigos, escritores como él, se han preguntado a lo largo de estos años qué habría pensado el chileno, con qué latigazo de sarcasmo habría despachado su fama actual y la perspectiva mitómana con la que se abordan frecuentemente su obra, su vida y sus hazañas agónicas, que lo han convertido, como señala Rodrigo Fresán, en una suerte de "icono pop".

Poemas desperdigados entre papeles y archivos informáticos, artículos periodísticos y novelas inconclusas no han dejado de avivar la fiebre por un autor convencido de que una carrera literaria se define tanto por lo que se publica como por lo que se guarda en el cajón. Casi literalmente de ahí -de unos cuadernos escritos a mano entre 1986 y 1989- salió El Tercer Reich, una novela primeriza publicada por Anagrama y que se une a la lista formada por los cuentos de El gaucho insufrible y El secreto del mal, la colección de artículos de Entre paréntesis, la formidable 2666 y la summa poética que es La Universidad Desconocida, obras todas editadas tras su fallecimiento en julio de 2003, algunas de las cuales suscitan, como siempre en estos casos (el de Nabokov con El original de Laura está muy reciente), el debate sobre la pertinencia ética de sacar a la luz obras que sus autores consideraban inacabadas o meros ensayos por debajo de sus exigencias.

Las primeras noticias de El Tercer Reich llegaron desde la Feria de Fráncfort hace dos años. El agente Andrew Wylie, un tiburón del sector editorial, anunció allí que no sólo le había arrebatado a Carmen Balcells los derechos del paquete Bolaño, sino que además obraba en su poder una novela de la que nada se sabía hasta entonces. Ese texto era la primera incursión en el género del autor. Escrita primero a mano, luego mecanografiada en casi 400 folios y más tarde corregida y parcialmente pasada a ordenador, la obra está narrada en forma de diario y relata un verano en la vida de Udo Berger, un joven de Stuttgart con aspiraciones literarias y consumado jugador de wargames de mesa; mientras ensaya nuevas estrategias para competir en un torneo en París, su novia y él traban amistad en sus ratos libres con un matrimonio alemán. Antes de que uno de ellos desaparezca y dinamite las vacaciones, los cuatro se lanzan a explorar los ambientes más enrarecidos de la zona, habitados por personajes con el inconfundible sello del escritor, entre ellos el Quemado, el tipo musculoso y desfigurado que alquila los patines acuáticos en la playa.

Misteriosa, simbólica, cubierta a ratos con un velo de pesadilla y emparentada con La pista de hielo por sus escenarios, la novela muestra un universo en construcción. La exploración del Mal, las atmósferas de peligro y horror latentes, los tipos marginales o el nazismo como pantomima espeluznante de la Historia atraviesan un libro sin la grandeza de Los detectives salvajes, 2666 o Estrella distante, pero que contiene destellos y anticipos del esplendor por venir, además de temas, inquietudes y tonos centrales en la obra del autor, alejado aquí no obstante de las formas más audaces que luego cultivaría.

Roberto Bolaño llegó a disfrutar de este reconocimiento público en vida, pero cuando carecía de la intensidad actual. Y en cualquier caso muy relativizado por la certeza de su muerte más o menos próxima. Si Los detectives salvajes, publicada en 1998 y ganadora del Premio Rómulo Gallegos al año siguiente, representó su consagración como autor de culto en el panorama internacional, 2666 le convirtió en una estrella, una especie de canon en sí mismo y una garantía de calidad literaria que provoca fervor y que se invoca, como si de un conjuro se tratase, aquí y allá, ya sea en críticas, citas en obras de terceros o fajitas promocionales.

El descubrimiento de Bolaño en Estados Unidos, donde sus obras más emblemáticas han sido recibidas con comentarios superlativos y loas epifánicas, ha venido a reforzar su proyección internacional. Entre otras distinciones, 2666 fue reconocido allí como el mejor libro de 2008 por la revista Time y obtuvo la máxima distinción que otorga el National Book Critics Circle. El triunfo fantasmal del escritor supone un hito insólito, no sólo por la proverbial resistencia del mercado americano a las traducciones, sino porque no se recuerda un impacto similar desde la generación del boom.

Resulta significativo en este sentido que Bolaño haya sido señalado casi unánimemente como un escritor bisagra, punta de lanza de un nuevo paradigma estético y de una generación de escritores latinoamericanos (Alan Pauls, Rodrigo Rey Rosa, Jorge Volpi o Fresán, entre otros muchos) defensores de una sensibilidad distinta a la de sus antecesores.

En el caso del chileno, que definía sus novelas como "dictados de sueños y pesadillas", su obra ha reflejado como pocas, tan original y reveladoramente, la trágica y delirante farsa política de la historia reciente de América Latina, y puede entenderse, según admitió el propio autor, como un canto a una "generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados"; "niños que sin duda se dirigían a la guerra pero lo hacían recordando las actitudes teatrales y soberanas del amor", se lee al final de Amuleto. La pasión desbordante por la literatura y los merodeos en torno a un enigma que parece contener alguna verdad insondable, la locura y la soledad conviven en un territorio poblado de personajes obsesivos, con frecuencia embajadores del espanto, a los que el autor, con un humor desesperado, tierno y amargo, suele concederles la tregua de los sueños, puntos de fuga de rara belleza ante la violencia de la vida.

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