Cultura

La guitarra de Jerez

  • Su toque era tierra, peso, fuerza, solemnidad y también guasa festera · Su hijo Diego del Morao recoge el brillante testigo

La impresión es mayor, si cabe, porque anteanoche su hijo Diego, que recoge ahora el testigo de esta brillante casa tocaora, nos dijo que el padre estaba mejor. Unas horas más tarde nos despertamos con la terrible noticia. Ha muerto la guitarra de Jerez. Porque Moraíto era Manuel Moreno Junquera y también otros Moraos, otros Moraítos. Moraíto también era el nombre artístico de su padre. Morao era, es, el nombre artístico de su tío Manuel, el genio de la familia, junto al propio fallecido. Manuel Morao revolucionó el toque flamenco en los años 50 y 60 llevando la estética jerezana, junto con su aprendizaje de Melchor de Marchena, a unas cotas artísticas insuperables. Es curioso que Manuel Morao se haya convertido en las últimas décadas en un retrógrado de calibre, cuando su toque, en las décadas de los 50 a 70, era el más geométrico y abstracto, a fuer de tensión y rabia tocaora, del panorama flamenco.

En las manos de Manuel Moreno Junquera, Moraíto, al que despedimos hoy, este toque tenso, abstracto, se serena sobre la tierra. Porque el toque de Moraíto era tierra, era peso, era fuerza y solemnidad. Sin olvidarnos de algunos acentos humorísticos, en los estilos festeros, porque Morao era un guasón irredento.

En el capítulo dedicado a los niños flamencos de la serie Rito y geografía del cante (1972) nos sorprende un adolescente Moraíto, perfectamente maduro como artista, tocándole por seguiriyas a un niño que canta como un viejo, pero no como un viejo impostado, no como un niño que imita la voz de un viejo, sino como un hombre que ha vivido, llamado Antonio Malena. En los 80, Moraíto inicia una discografía realmente prodigiosa en la que ha acompañado a lo más granado del cante de su tierra, desde José Mercé a Moneo, pasando por los hermanos Agujetas, El Torta, Diego Carrasco, Fernando de la Morena, los Zambo, etcétera. Todos ellos se sienten un poco más solos hoy, como todos los aficionados nos sentimos huérfanos. Porque Moraíto era un hombre y era un universo. El universo de la guitarra de Jerez, una escuela tocaora bien definida, construida sobre un repertorio muy concreto: seguiriyas, soleares, bulería por soleá, cantiñas, malagueñas del Mellizo, tientos, fandangos. Y la bulería. Lo que Moraíto suponía para la bulería no se puede explicar fácilmente. Quizá sea suficiente decir, no obstante, que ha sido la mano derecha de José Mercé en los últimos 20 años.

Hizo dos discos en solitarios deliciosos, Morao y oro (1992) y Morao, morao (1999). El primero de ellos, editado por una discográfica francesa: Montoya, Niño Ricardo, Luis Maravilla… Todos ellos hicieron lo más importante de sus producciones para empresas de Francia. Francia y la guitarra. En estos discos amplía el abanico de su toque a la rondeña, una rondeña casi naif, si la comparamos con lo que significa hoy este toque. Aunque, lógicamente, los discos están construidos en torno a los estilos de ritmo, y con las consiguientes colaboraciones de lujo: El Torta, El Zambo, etcétera. Hizo muy pocas veces este repertorio solista en directo, cosas de casa. De la misma manera en la que Diego del Morao aún no ha podido presentar su brillante disco de debut en España. Escuché el repertorio del disco de Diego del Morao en directo, con la guitarra sola además, sin otro músico alguno, el pasado enero en Rotterdam. Aquella noche Diego sustituia a Moraíto, que era el artista que estaba en principio programado para aquel recital, debido a la enfermedad que hoy a llevado a Manuel a la tumba. Su hijo Diego del Morao, en el que este repertorio de ritmo, de tierra, solemne y grandioso se amplía a nivel armónico a los aires de los nuevos tiempos de la guitarra y del flamenco, es el gran depositario de este enorme legado tocaor.

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