Cultura

Dos horas de pura emoción

  • Niña Pastori repasa su trayectoria artística en Villamarta con un directo fresco y trabajado y en el que da protagonismo a todos sus músicos

El regreso de Niña Pastori a Villamarta en solitario se ha hecho esperar. Quizás por eso, el teatro se quedó pequeño para acoger a un público, mayoritariamente joven, entregado desde el primer instante y que llenó el coliseo con entusiasmo y devoción. No era para menos porque la isleña no aparecía por esta tierra (siempre hablando como protagonista principal porque en otras facetas sí que lo ha hecho) desde 2006 cuando acaba de sacar al mercado 'Joyas prestadas'.

Siete años después, la Pastori llegaba con 'Ya no quiero ser', un espectáculo trabajado pues no en vano lleva girando por toda España desde finales del pasado año. Así, durante las dos horas de reloj que duró su actuación, María exprimió hasta cotas inimaginable su compromiso profesional en una tierra "que para mí es especial porque aquí hay mucha gente a la quiero y mucha gente a la que admiro". Poco se le pudo reprochar a la cantaora, a la que se le vio a gusto encima del escenario, tanto es así que 'regaló' al público un fin de fiesta por bulerías extenso y variopinto.

Precisamente con el tema que titula la gira, 'Ya no quiero ser', comenzó su aparición en Villamarta, siempre en medio de gran expectación, porque se quiera o no, Niña Pastori es hoy día un fenómeno de masas.

Con los fogonazos de los flashes de los móviles y cámaras presentes durante toda su actuación, la artista ha programado esta nueva gira en torno a su carrera musical, de ahí que a lo largo de su puesta en escena suenen temas de sus distintas épocas, quizás más de la más reciente que de su primera etapa. Espinas (No hay quinto malo, 2004), Armadura (La Orilla de mi pelo, 2011), Vagabundo (Esperando verte, 2009), Hablo contigo (La Orilla de mi pelo, 2011) e Imposible ((No hay quinto malo, 2004) fueron sonando entre las tablas de Villamarta ante el clamor del respetable.

Su directo discurre con bastante frescura, un dato al que contribuye en buena medida un elenco musical perfectamente acoplado y de gran talento. Así, el piano de José María Cortina, pieza fundamental en el espectáculo, brilló durante toda la noche con especial sensibilidad, igual que el bajo y contrabajo de Antonio Ramos, la percusión de Chavoli y Ané Carrasco, la guitarra de Carlos Carmona y las coros de Toñi Nogaredo y Sandra Zarzana.

Al contrario que otros artistas, la isleña, que se mostró especialmente locuaz durante toda la noche, sabe dar el sitio a su gente, los mima y los 'defiende' ante el público, detalles que de alguna forma contribuyen a que se sientan identificados y confiados con todo lo que hace. Lo demostró en varias ocasiones, en especial, durante la única vez que se ausentó del escenario, dejando todo el protagonismo a las voces de la gaditana Toñi Nogaredo y la jerezana Sandra Zarzana, que llevaron a su terreno con dulzura y tesón, el temazo de Manuel Alejandro 'A veces hablo de ti'.

Su vuelta a primera línea coincidió con un auténtico subidón. María recurrió entonces al clásico popurri para rescartar gran parte de sus éxitos. Aire de molino (María, 2002), El aire llega, grabado en el primer disco de Diego del Morao (Orate, 2010), y En tres minutos y En los rincones de mi casa (No hay quinto malo, 2004) conexionaron a la perfección en un popurri grandioso que levantó por completo al teatro. Casi ocho minutos sin parar no pudieron terminar de otra manera que con un enorme aplauso al que María respondió con un: "Te quiero Jerez".

El momento más emotivo sucedió cuando la artista se acordó de Manuela Méndez 'La Chati', recientemente fallecida, a la que brindó 'Contigo', el tema de Joaquín Sabina. En medio de las notas del piano de José María Cortina, a muchos, entre los que me incluyo, se nos vino a la mente aquel último deambular de Manuela el pasado noviembre, con esa elegancia al andar, ese brazo pinzado a la cintura y esa mirada penetrante y difícil de esquivar mientras se dirigía al público. Seguramente allí estaba. Todo un detalle de Niña Pastori.

Después de una hora de concierto, la isleña todavía tenía fuerza para interpretar con ese aire tan camaronero y personal el Válgame Dios (María, 2002), donde interactuó con gracia con el público: "De ritmo estáis muy bien, y de swing igual, eso no lo hacen en todos los sitios", dijo entre las risas del teatro.

En plena hecatombe musical mandó a llamar a Diego del Morao, "mi compare", señaló, para tocar también algo muy de moda, la copla. A ritmo de bulerías y efectuando otra lección de fuerza y compás, se paseó por la Zarzamora, Y sin embargo te quiero, y Ojos verdes. Lástima que esas guitarras enchufadas de ahora son muy cómodas en ocasiones, pero su sonido, como una lata, desvirtuan a cualquiera. Una pena que no dejase extraer el mejor sonido del toque de Diego, cuya magia, aún así, caló profundamente.

María acabó exhausta, "la gente que canta copla....Esto requiere, no veas lo que requiere", señaló entre las risas del público.

Su último single, 'Cuando te beso' (La orilla de mi pelo 2011), el título que da nombre al disco, La orilla de mi pelo, Y para qué, también de éste último, sirvieron para cambiar el turno e ir encarando el tramo final. Con el público encantado y María a gusto, era de esperar que su adiós fuese un hasta ahora, porque el teatro al completo pidió insistentemente un bis. El bis llegó, como no podía ser de otra manera, con el mítico Cai (Cañailla, 2000) en un mano a mano con el piano.

El colofón llegaría por bulerías, donde nuevamente invitó a Diego del Morao. Durante casi media hora, el escenario fue una fiesta, primero con la intervención de Toñi Nogaredo, luego con una genial Sandra Zarzana, que supo acercarse al cante más contemporáneo sin olvidarse de sus raíces, e incluso Tere del Morao, que también puso su granito de arena. María cerró una noche completísima con esos cantes acamaronaos y que ejecuta a las mil maravillas, poniendo el toque de jondura que faltaba a su espectáculo.

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