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Cultura

Ya nada será igual

Este año ARCO no ha sido como otras veces. Desde 1996, casi todos los que íbamos de por aquí, teníamos una cita obligada con ella; primero en su stand de IFEMA, auténtica embajada de muchas cosas y para mucha gente, después, cuando las arbitrariedades y las envidias la apartaron de la Feria, su galería - su casa - seguía convocando a muchos de nosotros. Ella se convertía en la mejor anfitriona y, al mismo tiempo, en introductora de muchos asuntos artísticos y ante mucha gente importante. A ella se le abrían las puertas cuando otros tenían que hacer colas interminables para no llegar nunca a nada. Era Carmen de la Calle y, en Madrid, puerto seguro donde encontrar un agradable resguardo y puerta franca para acoger amigos a los que dar conversación, hablarles de todo y convencerlos de que el Arte Contemporáneo, sus artistas y sus proyectos eran los mejores. Con Carmen se estaba feliz porque ella se encargaba de hacer que te sintieras feliz. Llegó donde pocos - casi nadie - lo hicieron y lo logró en un tiempo record. Se rodeó de los buenos y eso, en este mundo de envidias, no se perdona. El buen trabajo de Carmen, por eso, empezó a molestar a los mediocres y empezaron a recelar - verbo favorito de los imbéciles -. Había que hacer algo para detener aquel volcán llamado Carmen de la Calle cuya estela iba conquistando parcelas artísticas que otros ni sabían que existían.

Este año, Carmen ni siquiera estaba en Madrid cuando febrero concita el interés de todos desde unos pabellones que se pierden en una lejanía donde Madrid está más cerca de cualquier otro sitio que de Madrid mismo. Era ARCO, pero Carmen llevaba tiempo alejada de este mundo de vanidad y mentirosos. Las cosas no han ido como debieran haber ido y la crisis implacable también ha hecho mella en ella. Me temo que haya algo más; porque sólo una esquiva contrariedad económica - por muy dolorosa y grave que fuere - no es capaz de derrotar una fortaleza tan bien estructurada como la que animaba a Carmen de la Calle. ¡Qué lástima, ella con tantas inquietudes, con tantos entusiasmos, con tantos proyectos y con tantas cosas tan bien hechas, no ha podido aguantar más! Otros, en cambio, con muchos y buenos medios, están faltos de ideas, no saben dónde están ni qué es lo que les han puesto en sus manos, andan pegando palos de ciego y con los rumbos perdidos. ¡No es justo!

Carmen de la Calle ha contribuido a que el Arte Contemporáneo tuviera un sitio digno en Jerez. Ha puesto muchas bases para que la creación más inmediata sonara en su ciudad a música cercana y, además, ha llevado el nombre de Jerez por todo el mundo y de la mejor manera.

Carmen de la Calle conquistó importantes parcelas en un universo de envidiosos, se supo rodear de gente importante y eso le sirvió para abrir un camino que repercutió en ella y en mucha gente. Se le criticaron las formas - yo el primero - pero la base de su trabajo es incuestionable y no ofrece dudas. Abrió una galería en Jerez cuando sólo Paco Daza y, en otro estamento, subsistía heroicamente. Apostó por un arte de minorías y se granjeó el afecto de aquí y de allí, de los que tienen mucho que decir y de los que marcan los rumbos en un arte con demasiadas esquinas incontrolables. Ella supo navegar por tan complicadas aguas llevando un timón con seguridad y capeando duros temporales. Cuando llegó, los envidiosos, los que creían que sólo era una anécdota más en el discurrir de un arte que ellos gobernaban, no se lo perdonaron y comenzaron a ponerle zancadillas. Ella, curtida en mil batallas, nunca se arredró y plantó cara, a ellos y a cuantas adversidades pudieron presentarse. Al final, no ha podido ser. Pero su ejemplo, su capacidad, su poderío, su buen hacer ha quedado y eso lo sabemos todos, muchos sabremos agradecérselo. La historia, sabia y paciente, esperará a hacer justicia y a reconocer lo que ella ha hecho por la cultura de aquí y de allí.

Hemos estado en ARCO y hemos vivido un Madrid sin Carmen. ¡Eso no es justo! Ya nada será igual.

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