Lita Cabellut. Artista

"Ahora estoy intentando olvidar lo aprendido para llegar a la esencia"

  • La creadora española afincada en Holanda, una de las artistas más cotizadas de la actualidad, expone junto con Patricia Chaplin en los Claustros de Santo Domingo, en Jerez

La artista Lita Cabellut.

La artista Lita Cabellut. / Eddy Wenting

La artista Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961) sostiene que los edificios simbolizan "el alma de una sociedad", que los ciudadanos que los levantan plasman entre esos muros "lo que nos inquieta, lo que queremos, cómo representamos lo divino o lo grotesco". Por eso, a esta creadora afincada en Holanda le atrajo la propuesta de exponer en Jerez de la Frontera, en un enclave como los Claustros de Santo Domingo, interesada en los ecos de la Historia que reservaba aquella antigua edificación musulmana que se transformó en convento dominico y albergó después otros usos como los de bodega y museo. A Cabellut le gusta pensar que los retratos que ha enviado a Diarios cromáticos, una muestra en la que su trabajo convive con el de Patricia Chaplin y que está programada hasta el día 28, encarnan la "energía", el "silencio" de esos claustros. "Me encanta situar a mis personajes en la Historia, igual en un momento en el que el tiempo ha borrado las huellas, los rastros", en que la carnalidad o la evidencia han dado paso al misterio, la sugerencia, explica al teléfono la aragonesa, que no ha podido desplazarse hasta Jerez al estar preparando una exposición que inaugurará en septiembre en Londres.

Sobre tres figuras ataviadas de blanco, que miran con gesto retador o expresan desasosiego, se interponen las texturas rugosas que caracterizan a la autora, composiciones atravesadas por el lirismo y la extrañeza. Para la comisaria de la muestra, Semíramis González, Cabellut "hace gala en las tres obras de la técnica del craquelado que tanto la identifica, pero también de cómo es capaz de trabajar uno de los géneros maestros por excelencia, el retrato, llevándolo a otro lugar cargado de simbolismo, de analogías y de segundas lecturas".

"Yo miro al protagonista de un retrato y se me ocurre una novela. Me siento más contadora de historias que pintora”

En su conversación, la pintora prefiere hablar de pálpitos antes que de certezas. En este tramo de su carrera, superada la franja de los 60 años, suele comparar su camino con un desaprendizaje: argumenta que igual que un médico atesora conocimientos antes de operar y al final se olvida de ellos para guiarse por la experiencia y la intuición, los artistas siguen una senda similar. "Necesitas adquirir muchos conocimientos, muchas herramientas, insistir en lo que te has especializado. Es una especie de kung-fu, repites una y otra vez hasta convertirte en un maestro. Y cuando ya has aprendido, el arte te pide que te olvides de eso, que uses la inteligencia emocional, que te fíes del proceso, de tus huesos, de tus nervios, de tu sangre. Yo estoy en ese estado: intentando desaprender para llegar a la esencia". Motivos no le faltarían para presumir –en 2015, la revista Artprice la incluyó entre los artistas contemporáneos más cotizados del planeta; más recientemente, fue elegida Artista del año en los Países Bajos–, pero Cabellut no concibe el arte como una vivencia individual, sino como un proceso colectivo "de siglos. Cada generación va sumando un peldaño, poniendo una piedra para levantar una catedral, para acercarnos a la sombra de lo divino", defiende.

'La verdad', uno de los lienzos de Cabellut. 'La verdad', uno de los lienzos de Cabellut.

'La verdad', uno de los lienzos de Cabellut. / Eddy Wenting

El periodista Antón Castro describió el trabajo de Cabellut como "la escritura pintada de la vida", y la autora se identifica con esa definición. "A mí no me gusta inventarme cosas, a mí lo que me estimula es observar e intentar traducir lo que veo en los materiales que domino", analiza. Aunque en su propósito de ser leal a los hechos no puede evitar que el resultado se impregne de lirismo. "Podríamos decir que mis obras acaban siendo poemas escritos, sí. Y algunas veces, incluso, me parecen largas novelas. Miro a un personaje y sé que me puede contar un libro de 300 páginas", admite antes de matizar que se siente "más contadora de historias que pintora". Hace unos años, en 2018, tituló una exposición en el Bairro dos Museus de Cascais Poetry never gives up [La poesía nunca se rinde] y la autora sigue creyendo en esa máxima. "Cada vez que termino un cuadro me siento delante de él y escribo un poema, o tal vez la obra me lo dicte. Son textos para mí, no los enseño mucho".

Uno de los proyectos de los que habla con más emoción está vinculado a un poeta y dramaturgo, Federico García Lorca. La editorial Artika publicó una edición bilingüe en español y en inglés de Bodas de sangre, en la que Cabellut hizo "una reinterpretación de la tragedia teatral retratando no solo los personajes, sino también sus almas", señalaban desde el sello sobre una propuesta que se presentó en ARCO y en Nueva York, y con la que su artífice quiere organizar una exposición en Andalucía. "Sería maravilloso que algún museo del sur apoyara y acogiera esa muestra. Yo tengo esas obras guardadas bajo llave en mi estudio pese a que me las piden, están interesados desde América, pero yo me resisto, no quiero que esa serie se vea en ningún sitio antes que en la tierra de García Lorca".

"Sería maravilloso exponer en Andalucía la serie que hice sobre ‘Bodas de sangre’. Me la piden de otros sitios y me resisto”

Antes de aceptar la invitación del Ayuntamiento de Jerez para participar en Diarios cromáticos, Cabellut realizó un encargo del Ayuntamiento de Sevilla, el de diseñar la imagen promocional de la Bienal de Flamenco de 2020. El cartel surgió de una llamativa performance que se celebró en la Fábrica de Artillería, en la que Rocío Molina bailaba sobre un lienzo de Cabellut, lo rasgaba y rehacía con sus zapateados, mientras la acompañaba la voz de Juana la del Pipa. "Aquello fue impresionante", asegura la creadora de aquella aventura. "El León de Plata que le otorgaron a Rocío en Venecia el otro día confirmaba su enorme talento, su entrega. Ella es de las que mueren y reviven sobre el escenario, que lo dan todo en una sola actuación", valora de la malagueña, a la que auguró un futuro prometedor cuando se topó hace años con su nervio y su poderío en el Mercat de les Flors, en Barcelona. "Le comenté: ‘Mírame a la cara y acuérdate de lo que te digo. Tú vas a llegar muy lejos’. Y cuando Antonio Zoido, que era entonces director de la Bienal, me llamó tiempo después, yo me acordé de esa muchacha", recuerda. "Cogimos a Juana la del Pipa para que cantara, y ahí hubo un conflicto interesante, porque hay cierto recelo de los flamencos tradicionales con lo que hace Rocío, con su experimentación, pero yo advertí al principio: ‘Vamos a olvidarnos de lo que es bueno o malo. Vamos a desprendernos de lo que sabemos’. Fue muy emocionante lo que se creó a partir de ahí, yo no podía aguantarme las lágrimas. Si tuviese que precisar qué es el arte, yo diría que es algo parecido a esa unión, a la sororidad que se dio en esa jornada".

Lita Cabellut observa a Rocío Molina. Lita Cabellut observa a Rocío Molina.

Lita Cabellut observa a Rocío Molina. / Antonio Pizarro

De la biografía de Cabellut se cuenta que mendigó en su infancia y que pasó por un orfanato antes de que una familia la acogiera. En ese relato fue el contacto con el arte, y especialmente una visita al Prado con 13 años, el que salvó a aquella niña. Las tres Gracias, de Rubens, le impresionó por su luz y su belleza; los cuadros más sombríos de Goya le impactaron. Desde entonces, reflexiona la artista, "toda mi obra y toda mi vida han insistido en esos contrastes, se han balanceado entre la brutalidad y la dignidad, entre la suerte y la catástrofe, entre el sufrimiento y la alegría", enumera. Como sus admirados Lucian Freud o Francis Bacon, ella sabe que hay una extraña belleza en lo deforme, en la tiniebla. "Yo me considero una hiperrealista. Hago mi trabajo, pero plasmo el modo en que veo el mundo. No quiero tapar aquello que es feo, ni darle más preferencia a lo bello. Hay que aceptar las cosas como son. Cuando no queremos ver la fealdad del mundo, estamos escapándonos de la responsabilidad que tenemos con la vida. Somos responsables de ayudar, de intervenir, de responder a lo que ocurre".

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