Arte

La lucidez y clarividencia de don Miguel

  • Los Claustros inauguró este viernes una muestra homenaje a Pérez Aguilera y celebra este sábado una mesa redonda con la presencia de destacados artistas

Un momento de la inauguración de la exposición de los Claustros.

Un momento de la inauguración de la exposición de los Claustros. / Miguel Ángel González (Jerez)

Algunos de los asistentes a la cita. Algunos de los asistentes  a la cita.

Algunos de los asistentes a la cita. / Miguel Ángel González (Jerez)

Aunque para las generaciones últimas el nombre de Pérez Aguilera no sea demasiado inmediato, su figura es una de las de más trascendencia del universo artístico andaluz. Había nacido en la población jiennense de Linares en 1915. Fue alumno en Granada de Gabriel Morcillo, aquel pintor que fue maestro de muchos grandes artistas del entorno de esta ciudad. Fue compañero, entre otros, de Manuel Rivera y de José Guerrero. Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, compartiendo espacio existencial y artístico con algunos de los que después fueron los más influyentes artistas españoles. En 1946 se instala en Sevilla donde compaginó el trabajo pictórico con el docente en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría. Y aquí es donde entra en juego el gran Pérez Aguilera, el influyente artista, el maestro motivador, el que levanta las primeras expectativas renovadoras a unos jóvenes que, en aquellos recintos colegiales, sólo encontraban desenlaces igualatorios de un arte trasnochado, al que se le guardaba pleitesía por unos santones escleróticos que no veían más allá de sus pobres fantasías decimonónicas.

La presencia de don Miguel en la escuela fue fundamental para un gran número de artistas que constituirían el núcleo central de la pintura sevillana y andaluza que supo dar el paso adelante y adentrarse en los esquemas de la modernidad. Gracias a él los espíritus ultramontanos que, hasta entonces, manipulaban el sentir de la plástica que se hacía en la capital hispalense y que estaba formada por autores llegados de todos los puntos de Andalucía, fueron ampliamente cuestionados y se dejaron entrar nuevos aires purificadores.

Don Miguel Pérez Aguilera fue de los pocos que mostraba la realidad que tenía lugar en otras partes. Creó la inquietud por lo nuevo en los más jóvenes, enseñó que Arte era también algo distinto a aquello que se demandaba en la ciudad. Impulsó la creación artística en Sevilla y posibilitó que varias generaciones sintieran amor por el arte más novedoso. Enseñó la obra de las grandes figuras – algo que, hasta entonces, en la Escuela era casi pecado grave, no nos olvidemos que, todavía en los años sesenta, un ilustre pintor sevillano, Alfonso Grosso, allí enseñante, osó criticar, más bien a denostar, en las páginas del Correo de Andalucía la obra de Picasso y a considerar la pintura abstracta como una faceta de impotencia, una disminución de la pintura decorativa.

Como pintor evoluciona desde un abierto realismo en el que la figura humana desencadena un amplio muestrario de actitudes hasta una esencial abstracción en la que la luz y el color se acrisolan para configurar una escenografía cromática donde se posibilitan las más apasionantes sugerencias.

La pintura de Miguel Pérez Aguilera es portadora de un particular y originalísimo lenguaje artístico que la hace inconfundible. Parece como si el autor pintase una infinita sucesión de brillantes papeles doblados ofreciéndonos sus iridiscentes contrastes, con la luz ejerciendo su función diferenciadora sobre los colores que manifiestan toda su absoluta potestad. Todos cuantos nos dedicamos, en uno u otro sentido, a la profesión artística debemos a Don Miguel eterna gratitud y máxima admiración.

La exposición homenaje al autor que acoge los Claustros, y que este viernes se inauguró, es una historia ideada por Domingo Martínez que, ahora, se hace realidad. Muchos, casi todos los presentes en la Sala de Profundis de los Claustros, de los que fueron alumnos suyos se han prestado a este especie de homenaje de un artista lúcido, necesario y lleno de la mayor trascendencia. Un artista que, sin embargo, no está presente en la colección del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. La miseria de algunos, desinformados, llenos de intereses espurios y de creo que de maledicencia, se vuelve a hacer notar y se niega el lugar de privilegio que este gran artista se merece.

La exposición de los Claustros en muy amplia, demasiado amplia para la rigurosidad museográfica; algo lógico por la cantidad de artista que tuvieron a don Miguel como sabia referencia y fueron testigos de su apertura y clarividencia. En ella nos encontramos, además de la obra de Pérez Aguilera, piezas de algunos nombres ilustres que tuvieron que ver con él de alguna u otra manera. Así tenemos una pieza de Carmen Laffón, de José Luis Mauri, Luis Gordillo, Ricardo Cadenas, Patricio Cabrera, José María Larrondo, Javier Buzón, Agustín Povedano, Manolo Cuervo, Gonzalo Martínez, Justo Girón, Roberto Reina y Daniel Bilbao, entre otros, que junto a una gran cantidad de alumnos forman una amplia muestra variada en cantidad y calidad - en bastantes casos dejando bien a las claras que el maestro fue infinitamente más artista que algunos de los que asistieron a sus clases -.

Además, este sábado, día 3 de octubre, se ofrecerá una mesa redonda en torno a la figura de Miguel Pérez Aguilera organizada por la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales con la colaboración del Ayuntamiento de Jerez. Tendrá lugar en la Sala Refectorio a las 12 horas con un aforo reducido y limitado a 90 personas. En esta mesa redonda participan Pilar Lebeña, Ricardo Cadenas, Jesús Algovi, Miki Leal, Daniel Bilbao, Bernardo Palomo y Domingo Martínez.

Desde aquí no puedo por menos que felicitar a Domingo Martínez por el ingente esfuerzo de convocar a tantos autores y generar el entusiasmo hacia la obra de don Miguel. La figura de Pérez Aguilera es un referente vivo, indiscutible para conocer una época crucial en la asunción de una Modernidad que, sin él, probablemente, habría sido de otra forma.

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