Cultura

El encaje de los opuestos llega a Santa Catalina con 'Harpep´s Bazaar'

  • Pep Guerrero muestra en la fortaleza una selección de sus trabajos, que mezclan elementos pop, kitsch y clásicos sobre todo tipo de soportes

Varias de las gigantescas piezas de ajedrez tratadas por Pep Guerrero.

Varias de las gigantescas piezas de ajedrez tratadas por Pep Guerrero. / lourdes de vicente

Que la diferenciación entre alta y baja cultura es, cuanto menos, dudosa, es algo que puede comprobarse en la obra de Pep Guerrero. El arte es algo que puede estar colgado de una pared, pero que también puede extenderse sobre la superficie de una silla o que incluso puedes llevar encima. El artista mallorquín expone en el castillo de Santa Catalina, hasta el próximo 19 de noviembre, una selección de sus trabajos en la muestra Harpep´s Bazaar. En ella, el rostro de Simonetta Vespucci se mezcla con el colorido de las franjas pop, los paisajes de cipreses dan contraste a los estampados kitsch, o los anuncios de moda de los años 60 se mezclan, con envidiable tino y sin complejo, con el estampado clasicista de la toile de jouy. Y nada chirría.

Pep Guerrero juega con sus propuestas sobre lienzos, pinta sobre faldas, sobre antiguas consolas de televisión -ahora, tan modernas-, sobre recortables, en enormes fichas de ajedrez, en zapatos y sandalias, elabora joyas, serigrafía lamparas y patines de rueda. El efecto es, en efecto, el de un enorme bazar: "Tengo claro que lo principal es disfrutar con lo que hago -comenta-, y que la gente lo disfrute igual que yo, que me lo paso bomba. Aunque para mí lo más importante es emocionar. El arte es lo que sale sin tratar de epatar a nadie: si además lo pillas y te gusta, estupendo".

La idea de romper con lo establecido, con ese afán de mezclar motivos pop y tradicionales sobre todo tipo de soportes, ha sido una constante en la trayectoria de Pep Guerrero: "Cuando empecé a pintar la idea era justo el mezclar lo considerado feo con lo bonito, el mal gusto con el buen gusto -explica-. Pillar lo que podía ser un icono del buen gusto, el acuerdo común, con los estampados de colores chillones que entonces causaban rechazo. Luego, la moda los ha traído de vuelta (como ocurre con las camisas de flores, que ahora todo el mundo se las pone y no pasa nada), y entonces ya no tiene el mismo sentido".

El gusto, como todo, también evoluciona. A veces, de manera impredecible. Un buen termómetro para saber qué será tendencia a nivel artístico son las revistas de moda -de ahí el guiño a la publicación neoyorquina del título de la exposición-: "En mis comienzos, que me cogió la crisis de los años 80-90, me gustaba mucho más provocar, tenía un espíritu claramente rupturista. Y para mis creaciones me basaba mucho en las revistas de moda, que siempre van unos años por delante de la calle. Los motivos que entonces ponía en las composiciones, aún eran feos en la época".

Guerrero también traspasa las barreras del soporte convencional, utilizando como pantallas todo tipo de objetos y muebles: "Igualmente, en un principio iba pillando los que encontraba en la basura, los muebles que nadie quería porque ya estaban pasados de moda. No sólo era cuestión de reciclarlos, de darles una nueva vida -señala el artista-, sino de ponerlos bajo un nuevo foco, con gente que los mirase con una mirada más generosa, como algo mejor de lo que eran antes. Y eso he seguido haciendo, aunque cuando te acostumbras a trabajar de una manera ya no tienes tanta intención, digamos, te sale automático. Es tu estilo, tu aportación".

"En principio, me interesaban objetos segunda mano -continúa-. Luego, los objetos contemporáneos, aunque los seguía utilizando bajo la misma premisa: transformándolos a una nueva visión. Intento dar a los objetos una vida propia, que tengan su historia. Me gusta transformar las cosas que precisamente eran todo lo contrario: lo recién salido de fábrica parece tener una pátina, una historia detrás. Todo está al mismo nivel. Nada es mejor que nada".

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