Pretérito Perfecto

El oratorio de Ribadeneira (II)

Dos años más tarde, Diego de Ribadeneira otorga una escritura que va a cambiar de modo sustancial el patronato que había creado. En 18 de diciembre de 1572 pone su obra bajo el control de la Cartuja de Santa María de la Defensión, entregándole 40.000 maravedíes en tributos, para que se encargasen de todo(1).

La Cartuja de Santa María de la Defensión (de la que Diego de Ribadeneira, y antes Francisco de Ribadeneira, su padre, habían sido mayordomos) era, sin duda alguna, el monasterio jerezano más importante de aquel momento. Fundado en 1475 a instancias del noble caballero jerezano Álvaro Obertos de Valeto(2), este cenobio pronto controlaría grandes riquezas, destacándose, por su importancia, su cabaña ganadera. Desde un primer momento esta cartuja se distinguió por ejercer la caridad con un gran número de pobres, y creemos que esto fue lo que inclinó a Ribadeneira, gran conocedor del monasterio, a poner en sus manos su creación.

A partir de este momento, La Cartuja va a quedar encargada de dar a los hermanos de la Cofradía del Santísimo Sacramento todo el dinero que necesitasen para el cumplimiento de todas las condiciones expuestas en la escritura que hemos analizado antes, pero además, se van a realizar ciertos cambios y aclaraciones del contrato que se otorgó dos años antes, quedando manifiesto en el contrato que si bien La Cartuja era la que disponía del dinero del patronato, para cualquier gasto lo debía entregar a la Cofradía Sacramental de Santo Domingo:

Las tres fiestas que se debían celebrar en el oratorio perpetuamente, como estaba expuesto en la escritura de 1570, serían las siguientes: una el día de Santa Ana, en honor de Francisco de Ribadeneira, su padre difunto, otra en honor de Santa María Magdalena, en su día, por la devoción de Catalina de Sanabria, su mujer difunta, y la última, el Día de los Difuntos, en honor de sus padres y su mujer difuntos, y del mismo Diego de Ribadeneira cuando muriese. Se declara que los hermanos mayores y los diputados de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santo Domingo habían de estar presentes en estas celebraciones, para comprobar que se hacían correctamente.

Francisco de Ribadeneira en su testamento mandó que se entregasen 500 maravedíes cada año a la Cofradía de Ánimas del Monasterio de Santo Domingo para que celebrasen en su memoria una fiesta el día de la Inmaculada, pero a causa de un pleito, estos maravedíes se perdieron. Ahora La Cartuja debía de dar de nuevo anualmente esos maravedíes para que se celebrase la remembranza. Si la Cofradía de las Ánimas no quisiera hacer la fiesta en el oratorio de Ribadeneira, se darían 300 maravedíes al Monasterio de Santo Domingo por celebrar la misa, y 200 a pobres viejos y enfermos, y si el convento tampoco quisiese oficiar la fiesta, los 500 maravedíes irían a los menesterosos.

Se habían de librar 20 reales cada año para que se dijese una misa por los padres de Diego de Ribadeneira en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Monasterio de Santo Domingo. De este dinero, once reales quedarían para el convento, para limosna de la misa, cinco para comprar cera y cinco quedarían para la Cofradía Sacramental para que se ocupase de asistir personalmente cada año a ver como se cumplía lo que se mandaba aquí.

Se destinaban cuatro ducados (una cantidad considerable, teniendo en cuenta el tamaño de la construcción) para reparos en el oratorio, y si no hubiese necesidad de gastarlo, el dinero quedaría para el patrón de esta institución.

Como se ha expuesto más arriba, cada primer domingo de mes el monasterio acostumbraba a hacer una procesión eucarística, para lo cual Ribadeneira había destinado un dinero para que se comprase cera con que acompañar el cortejo. Si la procesión se sustituía por una misa, el dinero quedaba en el convento, y si no se hacía nada, se había de dar a pobres. En esta nueva escritura se dice que si no se hace la procesión, el dinero quede directamente para los pobres (aunque se hiciere la misa), “e en cada un mes el escribano y hermanos de la dicha hermandad sean obligados a dar por escripto firmado de sus nonbres a el prior del dicho monesterio de cartuxa a que personas se da la tal limosna”.

Se debían repartir 10.000 maravedíes a pobres viejos y enfermos de todo Jerez, y como en el caso anterior, debía quedar constancia escrita de a quien se daba el dinero. Sin embargo, si La Cartuja lo creía conveniente, se podía dar todo este dinero “a qual quiera otra cofradía o hermandad o persona particular que la paresçier”.

Cada año se debían dar al escribano de la Hermandad del santísimo Sacramento de Santo Domingo 500 maravedíes para que tuviese cuidado de hacer cumplir todo lo que ordenaba Diego de Ribadeneira.

A partir de este momento La Cartuja va a disponer cada año de 5000 maravedíes para ayudar al casamiento de “una donçella pobre e virtuosa e natural de esta çibdad”. Queda expuesto, como condición, que Diego de Ribadeneira en su testamento podría señalar algunas doncellas a las que, en tal caso, se debería dar este dinero.

La Cartuja quedaba obligada a entregar lo que rentase un tributo perpetuo de dos ducados para el rescate de un jerezano que estuviese cautivo en tierra de moros.

El monasterio de La Defensión dispondría de 5.410 maravedíes cada año para que diese 1.000 a la persona que se encargase de cobrar los 40.000 maravedíes anuales del patronato, otros 1.000 al patrón que señalase Ribadeneira, y con los 2410 restantes “hagan de ello lo que quisieren e los pueda dar a personas Ricas o pobres o gastarlos en lo que quisieren como fuere su voluntad”. Se especifica que si los cartujos pensasen que el patrón “no fuere abil e sufiçiente e de buena conçiençia e alma e no hisiere bien lo que le fuere encargado”, lo podrían sustituir, bien por otro oficial de la citada Cofradía sacramental, bien por otra persona.

 Se señalaba un estipendio a la persona encargada de cobrar los tributos de esta obra pía, para que se encargase de hacer reconocer los tributos a las personas que estaban obligadas a pagarlos, y por entregar estas escrituras a La Cartuja.

Los títulos y escrituras de los tributos habían de quedar en poder de La Cartuja, quedando ésta encargada de cobrarlos. Ribadeneira, además, manda que “por nynguna via no se entreguen nynguna parte de ellos a el dicho monasterio de santo domyngo”.

Se dejaban 10.000 maravedíes en depósito a La Cartuja para suplir con ellos los tributos que no pudiesen recaudar en su momento, volviéndose a poner en el depósito cuando  se cobrasen. Se entregaba uno de los cañones de enterramiento que estaba delante del oratorio a la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santo Domingo, quedando el otro para el patrón que nombrase Ribadeneira. En este cañón se podrían enterrar los “hermanos mayores diputados mayordomo y escribano  que son las personas de suso señaladas para la administraçion”, en ningún caso los otros hermanos, como tampoco los hermanos que no ostentasen cargos en la cofradía, no debían entrometerse en la administración del patronato.

Cualquier persona devota tenía permiso para celebrar misa en el oratorio.

En cualquier momento, la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santo Domingo podía renunciar a la administración de este patronato, quedando entonces a cargo del patrón que señalase Ribadeneira y de la persona que nombrase la Cartuja.

El Monasterio de Santa María de la Defensión, aceptó la escritura, y se comprometió a llevar a cabo esta obra, al considerarla “muy buena santa e meritoria”.

NOTAS

(1)A.P.N.J.F. 1572. Oficio IX. Diego López de Arellano. Fol. 1257 vto. y ss.

(2)MAYO ESCUDERO, Juan (EDITOR): Protocolo primitivo y de fundación de la Cartuja Santa María de le Defensión de Jerez de la Frontera (Cádiz), Salzburgo, 2001. Analecta Cartusiana. P. 180 y ss.

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