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Cultura

La pintura por dentro y por fuera

LA pintura de Juan Herrador tiene un grave problema para el que la contempla. La inmensa mayoría de los espectadores se queda en la absoluta perfección compositiva, en la incuestionable fidelidad al modelo y en un virtuosismo que abruma, inquieta y crea la máxima expectación.

Casi nadie, sin embargo, se detiene en algo que creo es fundamental en el desarrollo plástico de este autor y su verdadero sentido creativo: el elemento constitutivo, la materia conformante; en definitiva, el valor de la témpera como pigmento configurador de una pintura que él eleva a su máxima potestad creativa. Nadie como este pintor ha llegado a manipular tal elemento con tanto carácter y tanta precisión y ha sabido generar los más acertados planteamientos compositivos. Todo esto supone un valor añadido en el tratamiento de una pintura figurativa que Herrador la dota de una absoluta nueva dimensión. Por eso, en la obra de este pintor, a la importancia de la estructura compositiva hay que añadir el poder manifiesto de la materia plástica que el autor consigue darle un sentido creativo absolutamente personal e intransferible.

Juan Herrador es uno de los grandes valores salidos de aquellas infinitas factorías de grandes artistas que eran las empresas de Artes Gráficas. Juan Herrador fue uno de los más respetados y los mejores considerados. De allí viene esa precisión en el dibujo, esa ilimitada minuciosidad en el trazo, esa determinante pulcritud en el desarrollo de los espacios y, sobre todo, esa exactitud componiendo cualquier situación y dándole su tratamiento colorista adecuado. Herrador domina el color; sabe de las infinitas posibilidades de sus composiciones y cuáles pueden ser los resultados de sus mezclas. Todo esto, además de su privilegiado dibujo, le hace ser poseedor de una técnica insuperable, capaz de afrontar cualquier sistema pictórico. De ahí el extraordinario resultado de su pintura, una pintura que llega a todos los elementos, que sorprende y jamás crea indiferencia.

La exposición del Club Nazaret nos volvemos a encontrar a un pintor dominador, con un sabio conocimiento de los entresijos de una pintura que él sabe dotarla de entidad, de profunda trascendencia y portadora de los valores de un realismo que, con Juan Herrador, alcanza sus máximas cotas ilustrativas. Obras pobladas de inmediatez, de carácter, de belleza y de expectante inquietud, permiten adentrarnos por los efectos de una pintura a la que se admira por dentro y por fuera.

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