Cultura

Las raras y bellas cosas

VOLUPTUOSIDAD

Isaac Muñoz. Edición de Amelina Correa. Renacimiento. Sevilla, 2015. 276 páginas. 18 euros

Como otros escritores de la escuela decadentista, tardíamente florecida entre nosotros hacia los comienzos del siglo XX, el orientalizante Isaac Muñoz destaca por su erotismo transgresor y su prosa exquisita, cualidades apreciables en una novela casi olvidada -Voluptuosidad (1906)- donde el D'Annunzio español, como lo llamaba Cansinos, ensayó unas memorias galantes que se inspiraban vagamente en las de Casanova o de forma más inmediata en las del Bradomín valleinclanesco, con el citado autor de El piacere como modelo por excelencia. Luego convertido, gracias a sus viajes por el Magreb, en un reputado conocedor de la realidad norteafricana, el por entonces joven esteticista, paisano y compañero de Villaespesa en la aventura renovadora del modernismo, volcó en esta obra deliberadamente provocadora su interés o su fascinación por la sexualidad en sus formas menos convencionales, defendidas por el homónimo "Isaac" -así se llama el narrador, que habla en primera persona- como expresión de un credo hedonista enfrentado a la estrecha moral de la burguesía biempensante.

La rigurosa edición de Amelina Correa ofrece no sólo el texto, impagable, de la novela, sino también un prólogo donde sitúa perfectamente la obra y un extenso epílogo en el que la estudiosa, familiarizada desde antiguo con la época de entresiglos y máxima especialista en la figura de Isaac Muñoz, analiza las perversiones abordadas por este a la luz de los ensayos coetáneos del célebre psicopatólogo británico Henry Havelock Ellis, además de la más amplia bibliografía disponible sobre el escritor granadino. Desglosadas por Correa, esas pasiones desviadas son la homosexualidad -condenada entonces como el consabido vicio nefando, pero a la vez dotada de prestigio literario-, el lesbianismo, el ménage à trois, la necrofilia, la ninfulofilia, el onanismo, el sadomasoquismo, el sexo oral y la sodomía, catálogo variopinto que se refleja en las páginas de Voluptuosidad de un modo paradójicamente ingenuo, pues la sensualidad refinada del nazarí -"Cristo de la lujuria", lo llamaba también Cansinos- dista de los tonos procaces que cultivaban o cultivarían los narradores sicalípticos. Idealista a su modo, Isaac Muñoz buscaba en el amor -o en los amores- "las raras y bellas cosas que nos compensan de lo amargo y de lo feo".

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