Cultura

Como un relámpago

  • José Lázaro publica una heterodoxa biografía, galardonada con el Premio Comillas, que recupera la fulgurante trayectoria del escritor y psiquiatra Luis Martín-Santos

Murió con apenas cuarenta años, en 1964, después de estrellarse contra un camión en un accidente de tráfico cerca de Vitoria. Había publicado una sola novela, que se convirtió desde el momento mismo de su aparición, dos años antes, en un éxito editorial de proporciones extraordinarias. Con este único libro, el escritor y psiquiatra Luis Martín-Santos revolucionó un panorama narrativo dominado por la cansina estética social-realista, sin renunciar al compromiso con la realidad inmediata -de hecho hubo quien calificó la novela de costumbrista- pero llevando su aplicación a terrenos inexplorados, pues la prosa del donostiarra incorporaba novedades formales que apenas habían tenido reflejo en la novela española contemporánea. Sobre Tiempo de silencio, que estuvo durante décadas en los programas de lecturas del bachillerato y es una de las novelas españolas más estudiadas -ya no tanto leída- del siglo XX, se han escrito miles de páginas, pero su autor es un desconocido del que apenas se recuerda otra cosa que su muerte prematura. De ahí la oportunidad de esta biografía, galardonada con el último Premio Comillas, que rescata la figura y la trayectoria de un escritor que vivió poco pero intensamente, un hombre de excepcional talento cuya actividad profesional e intelectual, sumada a una vitalidad que todos coinciden en calificar de desbordante, brilló a una altura infrecuente en el contexto adocenado de la época.

Médico, profesor y editor de los ensayos de Martín-Santos, José Lázaro ha realizado un encomiable esfuerzo investigador, plasmado en decenas de entrevistas que ofrecen testimonios parciales y en muchos casos enfrentados de su personaje, desde distintas perspectivas -de ahí el plural del título- que matizan y enriquecen el retrato de una personalidad polifacética. Menos digna de elogio es la extravagante disposición a la que ha recurrido el biógrafo, que se cita a sí mismo como "el inquiridor", para ordenar esos materiales. Al comienzo de la obra figura, a modo de dramatis personae, una relación de las fuentes consultadas, familiares, compañeros, conocidos o amigos que fueron entrevistados por Lázaro y cuyos testimonios son la principal aportación de esta biografía, que tiene mucho de reportaje coral. Luego estos testimonios, ordenados en secciones temáticas, se alternan con las citas documentales y los comentarios del biógrafo en una especie de puzzle o collage donde los testigos son a veces aludidos de manera indirecta, como el amigo de juventud, el compañero de accidente, el oftalmólogo o la doctoranda. No caben dudas acerca de la originalidad del procedimiento, pero la verdad es que éste, a más de artificioso, no hace sino añadir confusión al relato de los hechos.

Por otra parte, muchos de los testimonios se presentan casi en bruto, como para enfatizar su procedencia oral, por lo que abundan, en la transcripción de los mismos, los giros y expresiones coloquiales y comentarios impertinentes o que no vienen al caso. Hubiera sido preferible que "el inquiridor" editara y procesara esa información, que en todo caso es mucha y muy valiosa. Porque al margen de sus veleidades experimentales, Lázaro ha llevado a cabo un extraordinario trabajo de investigación que ilumina la obra de Martín-Santos al ponerla en relación con episodios concretos de su vida, tanto en el caso de Tiempo de silencio como en el de la póstuma e inacabada Tiempo de destrucción. Pero no se trata sólo de la obra, pues la brillante y agitada trayectoria del escritor, no exenta de episodios dramáticos -la infancia desdichada, las detenciones y encarcelamientos por causa de su militancia antifranquista, el suicidio o fatal accidente de su mujer, su propia muerte-, constituye por sí misma una novela.

"Como un relámpago atravesó la psiquiatría, la política, la literatura, la vida". Médico eminente, devoto de Sartre y de Joyce, miembro de la dirección ejecutiva del partido socialista, lector inquieto y dotado de una inteligencia fuera de lo común, Martín-Santos era también, como su íntimo amigo Juan Benet, bebedor y noctámbulo y aficionado a los juegos de ingenio. Por estas páginas desfilan muchos de los que lo conocieron bien o guardan algún recuerdo de su trato, su hijo Luis, su hermano Leandro o su íntima amiga y último amor Josefa Rezola -el impresionante capítulo final donde se recogen sus confidencias es tal vez lo mejor de la biografía-, y gentes de la política y la cultura como Jorge Semprún, Enrique Múgica, José Ramón Recalde, José Vidal-Beneyto, Mario Camus, Carlos Castilla del Pino, Josep Maria Castellet, José-Carlos Mainer, Juan Goytisolo, Carlos Barral o el citado Benet, que -tal vez receloso de su éxito, o porque no se reconociera en el personaje de Matías, claramente inspirado en el ingeniero- nunca apreció Tiempo de silencio. Pero además de su impresión sobre esta u otra faceta del biografiado, los testimonios recogidos componen una suerte de radiografía moral de la vida española del medio siglo, con todas sus limitaciones y miserias, y en este sentido el trabajo del biógrafo, que parte de la circunstancia individual para sugerir el retrato de toda una época, merece el mayor reconocimiento. Puede que Lázaro haya pecado de sobreactuación, pero ha escrito un libro importante.

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