Cultura

Para sacar consecuencias

LLEVO casi treinta años escribiendo de Arte y unos pocos más viendo exposiciones. En este tiempo me he encontrado de todo, artistas grandes, importantes y con trascendencia; exposiciones de suma significación salidas del arte inigualable de ellos; también muestras con sentido de autores de mucha normalidad y, asimismo, espacios expositivos llenos de escasos argumentos. Han sido tantas las cosas que, ya, lo artístico difícilmente me sorprende. Sin embargo, esta muestra que presenta el Museo Picasso de Málaga te reencuentras con lo más grande. Continente y contenido se funden para alcanzar el más alto grado de artisticidad. Estamos ante una exposición singular, educativa, distinta, llena de criterios y portadora de los máximos argumentos.

Las vanguardias artísticas habían sido objeto de estudio en todos sus asuntos. Las comparecencias de sus artistas, de sus obras, de sus historias y de sus infinitas circunstancias han sido analizadas hasta la saciedad, de ellas se habían hecho múltiples exposiciones que han clarificado sus conceptos y sus posturas. Sin embargo, muy poco se había estudiado esta parcela relacionada con el universo infantil y que con tanto entusiasmo los componentes de las vanguardias se interesaron por él. Tampoco el sistema expositivo había sido demasiado proclive a mostrar objetos, obras y demás elementos relacionados con la infancia.

La exposición del Picasso Málaga es una producción del museo malagueño - desde que Pepe Lebrero estás al frente, la institución ha tomado unos esclarecedores rumbos con exposiciones temporales de suma importancia que se echaban de menos en etapas anteriores - y con un equipo encabezado por el propio director del Picasso y Carlos Pérez, responsable de exposiciones del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad, comisarios de la muestra, que han contado con un equipo importante de asesores entre los que se encuentra Juan Bordes, poseedor de una importante colección de juguetes. Es, por tanto, una muestra planteada con el máximo rigor, con un conocimiento desmedido de todos los sistemas que componen fondo, forma y concepto de una realidad que no sólo se queda en un mero sumatorio de objetos.

La exposición comienza bebiendo en unas fuentes teóricas muy claras, aquella pedagogía que, desde el siglo XIX - "EL Emilio" de Rousseau, como base ejemplificadora - potenciaron una nueva educación con el niño como centro de una realidad que no siempre era el principio y el fin de la realidad educativa.

Los autores de las Vanguardias, con sus ideas artísticas - también las otras - muy bien sustentadas conceptualmente quisieron llevar sus intereses creativos a todos los sectores de la sociedad. Sus proyectos artísticos, de naturaleza absolutamente amplia, podían llegar a cualquier. Ellos sí comprendieron - ¡ojalá los hubieron hecho todos y desde todos los sectores! - que el niño era un arsenal abierto a todo aquello que tuviera interés a su imponente mundo. La creación de ellos también encontró en lo infantil un escenario donde desarrollar sus esquemas creativos encaminados a que el niño encontrara instrumentos que lo hicieran más feliz, al tiempo que contribuyeran a su formación desde su propio interés. Estos juguetes motivaban y abrían los horizontes de una infancia que también contaba y, además, lo hacía como debía: como niño y no como objeto hecho a semejanza del adulto instructor.

En la exposición nos encontramos con un magnífico muestrario de juguetes y de libros - éstos muy fundamentales en el contenido de la muestra por su interés y proyección de miras - que los artistas crearon con unos objetivos clarificadores: el niño, la conformación de su personalidad, su felicidad y su realidad como persona infantil.

Artistas de la talla de Giacomo Balla, Paul Klee, Antonio Vitali, Joan Miró, Lazslo Moholy-Nagy, Pablo Picasso, Joaquín Torres García, Marcel Duchamp, Alexander Calder, Sophie Taeuber -Arp, Oskar Schelemmer, Kart Schwitters, Alexander Rodchenko, Fortunato Depero, El Lissitsky, Barbara Stepanova y un larguísimo etcétera, que nos muestran marionetas, rompecabezas, juegos, escenarios para éstos, muñecos, libros. Muebles, dirigidos conscientemente a un público infantil para que éste se eduque jugando y sea feliz. Auténtica pedagogía moderna que, además, ha sido muy bien ideada, así como bellamente realizada.

La educación, esa asignatura pendiente de nuestra sociedad, que la tozudez de nuestros políticos no consigue poner de acuerdo para obtener un necesario pacto por la educación duradero y sin incongruencias e intereses políticos, es el primer y más doloroso agujero de nuestro sistema moderno. Por eso hay que poner mucha sensatez en su empeño; una sensatez que difícilmente encontramos.

Los poco prácticos Profesores de las Facultades de Pedagogía, ajenos por completo a la realidad que se cuece en las aulas, deben acudir a esta exposición para encontrar caminos y saber cómo actuar. Los maestros van a obtener un material de primer orden para su trabajo. Los papás y mamás podrán contemplar que existe mucho más que las alienantes 0. Los amantes del arte contemplarán una realidad diferente de los grandes de la Historia del Arte y. así, todos comprenderemos cómo LOS JUGUETES DE LAS VANGUARDIAS es la toma de conciencia de un universo que necesita muy buenos proyectos para seguir creciendo. Sólo por una exposición como ésta vale la pena un Museo como éste. Estamos ante una de las mejores muestras que uno puede pensar. Obligada para niños, padres, docentes y, sobre todo, para los teóricos. Sepamos gozarla y sacar consecuencias.

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