Cultura

Más de veinte años de eterna porfía

  • Los carteles, el precio de las entradas, la ubicación o las neveras conforman los argumentos del debate anual de una cita que ha ido perdiendo público poco a poco en las últimas ediciones

Muchos, los que acaban de llegar pero quieren aparentar que llevan escuchando y sabiendo de flamenco desde hace años, disertan en bares y redes sociales sobre el debate de La Fiesta de la Bulería. Hasta los políticos, que sólo se preocupan por esto en determinadas épocas del año (cuando hay foto de por medio), echan la vista atrás cuatro o cinco años para referirse a ello. Pero no, el debate de la Fiesta no es de cuatro o cinco años, ni siquiera de diez, el debate sobre la histórica Fiesta de la Bulería se remonta más atrás.

Que si el cartel, que si las neveras, que si las entradas, que si su duración, que si el botellón...A lo largo de todo este tiempo siempre se ha recurrido a una excusa para valorar el camino elegido por un evento que, para bien o para mal, ha sido y es un referente para la ciudad fuera de nuestras fronteras. En Jerez, como otras muchas cosas, su trascendencia y relevancia se ha minusvalorado con el paso del tiempo hasta quedar casi en un segundo plano.

Pero volvamos al origen del debate. Ya a principios de la década de los 90, Juan de la Plata avisaba de la pérdida de la filosofía de la cita, fundada para "exaltar el cante más emblemático que tiene Jerez", explicaba en una de sus crónicas en Diario de Jerez. "Tenemos que volver a esa filosofía si no queremos que se convierta en un festival más del calendario", recordaba.

Con esas afirmaciones sólo pedía a los artistas, sobre todo a los de Jerez, que apostasen por estilos festeros para acudir a la cita defendiendo por encima de todo la bulería corta.

Por aquel entonces el público respondía en cuanto a número oscilando las entradas entre 2.500 y 5.000 personas, dependiendo de la edición. Así, en 1994 acudieron a la plaza de toros 6.000 personas, y en 1996, por ejemplo, 2.500, una cifra quizás escasa en aquel momento y que hoy día sería todo un éxito.

El primer momento preocupante sucede en la edición de 1997. En ella se produce un incidente durante la actuación de José Mercé. Una bronca en las primeras filas del coso provoca que el jerezano decida abandonar el escenario, regresando posteriormente para hacer bulerías. Todo acaba con pitos y gritos de '¡Fuera, fuera!' por parte del público hacia el jerezano.

Dos semanas después, Mercé, en un detalle elegante, dona el dinero de su actuación a Upace y en declaraciones a Radio Jerez se muestra contundente: "La Fiesta de la Bulería no es un recinto para que yo cante, está bien para un bautizo, pero no creo que un profesional como yo deba estar ahí".

El cantaor califica lo acontencido como "bochornoso" y sentencia: "No me van a tener nunca más allí". Dicho y hecho hasta el día de hoy.

La segunda vez que encontramos una crítica y una cierta preocupación por el discurrir de la Fiesta es en 1999. Entonces, el propio Juan de la Plata, en un artículo titulado '¿Nos replanteamos la fiesta o la dejamos morir?', habla de un evento que "está herido de muerte". En su razonamiento, el director de la Cátedra describe a una Fiesta de la Bulería "abandonada a su suerte, sin ilusión por mejorarla, ni por cuidar su filosofía(...). Ha ido languideciendo entre el desinterés de uno y el desacierto de otros hasta abocar al momento presente, verdaderamente caótico".

Fue una edición polémica, ya que días después de presentar su cartel, algunos artistas de la ciudad como Angelita Gómez y El Carbonero calificaban el mismo como "repetitivo". Capullo de Jerez, en una entrevista publicada el 5 de septiembre, cargaba contra el Ayuntamiento y la empresa organizadora diciendo que "no se quieren gastar el dinero". Fernando de la Morena, en esa misma publicación, pedía "un cartel más amplio".

A pesar de todo, el público seguía respondiendo a la cita anual con una entrada media de 4.500 personas. La afluencia se mantiene durante las ediciones de 2000 y 2001 (en la que se critica la excesiva duración de la misma, cercana a las seis horas) y 2002, sin duda el punto de inflexión de esta última época. En aquella ocasión la plaza de toros se queda pequeña y son 7.000 personas las que acuden en masa a una noche en la que de nuevo Juan Moneo 'El Torta' se erige como protagonista absoluto. 'Y El Torta resucitó' recoge el titular de la crónica de Diario de Jerez, situando al de La Plazuela en lo más alto junto a Capullo.

Será a partir de ese año cuando las mayores dudas sobrevuelen el futuro de la Fiesta. En 2003 el público disminuye en número. La ausencia de El Torta, y la proliferación de espectáculos en la Plaza de La Asunción dentro de las Fiestas de Otoño restan aficionados al evento. Estamos ante la primera vez que se habla del 'botellón' en las gradas y de cambios para la siguiente edición, que al final quedan en nada.

El debate prosigue en 2004 pese a que el público se vuelve a congregar en buen número, unas cinco mil personas según las crónicas. Así se recoge en algunas de ellas que hablan de que "el público, no obstante, lo pasó en grande. Pagó para eso, no para escuchar". El ingente crecimiento del botellón provoca el estallido de una corriente crítica de algunos artistas en los medios. Así, rescatamos de la hemeroteca declaraciones de Vicente Soto, que había participado en esa edición y que se atreve a señalar una "falta de sensibilidad" por parte del público que va a La Bulería, planteando "educar a las nuevas generaciones". "Hay una confusión grande entre lo que es el flamenco con el momento que ahora vivimos", advierte.

Más duro es Luis El Zambo en esa misma publicación al decir que "la juventud no sabe de cante, no le gusta", mostrando un futuro negro. "Esto no lo cambia nadie, de momento".

El desaparecido Moraíto recomendaba "un sonido más potente" y recordaba que "también se compraba pescaíto cuando Terremoto cantaba por seguiriyas. Hasta que cantaba por bulerías y lo rompía".

Duro en sus declaraciones era Manuel Parrilla, que ya invitaba a un cambio más profundo. "Necesitamos más seriedad, no tanta comida y bebida".

En 2005, de nuevo con 6.000 personas en la grada, el debate sobre su decadencia se mantiene hasta el punto de que uno de sus creadores, Juan de la Plata, propone soluciones "para que no desaparezca". De la Plata plantea un festival "sólo de bulerías" donde las peñas "llevaran su cuadro flamenco, en el que podrían estar las primeras figuras que quisiesen". Además, habla de premiar "al mejor cuadro", e incluso de colocar, si así se requiere, de "un prólogo con otro artista".

El planteamiento lo recoge Julián Gutiérrez, entonces delegado de cultura, quien en una entrevista avanza que "estoy de acuerdo con los críticos, y la Fiesta de la Bulería se nos muere. Estoy de acuerdo en que prevalezca la bulería, aunque eso no quita que se hagan otras cosas".

La solución no es otra que trasladar el escenario a Chapín, conformando una edición en la que se congregan más de 6.000 personas merced a un cartel en el que Capullo, El Cigala, Fernando Terremoto, Joaquín Grilo y La Macanita invitaban a ello. No obstante, la sombra del botellón prosigue agrandándose un año más.

La mejoría experimentada en lo artístico pasa a segundo plano en 2007. El Ayuntamiento vuelve a situarla en la plaza de toros, y ello coincide con un descenso notable del público, que según fuentes municipales se queda en 3.000 personas. Para colmo, un fallo en el generador la condenó a ser una de las ediciones más criticadas.

En 2008, y de nuevo con el aliciente fundamental de la dupla Capullo-Torta, la plaza de toros aglutina a 3.500 personas. La duración de la misma, unas 5 horas, vuelve a ser motivo de debate. La misma tónica se repetirá en 2009, esta vez con un tema de discusión, la inclusión en el cartel de David DeMaría, un cantante pop, y el rapero Junior.

De cualquier manera, no será hasta 2010, cuando el Consistorio elimine uno de los elementos inherentes a la Fiesta de la Bulería, las neveras. La decisión y conveniencia se discute todavía hoy día y eso que ya han pasado cuatro años. El resultado fue un descenso generalizado de público, que no obstante pudo ser disimulado con entradas 'regaladas' por el entonces equipo de gobierno que generó una nueva polémica. El grito de '¿Dónde están las neveras?' fue el único protagonista de la noche.

La llegada de 2011, con nuevo gobierno, sirvió para intentar dar nuevos bríos a una Fiesta en decadencia. Con la noticia del fallecimiento de Moraíto reciente, y con un cartel atractivo, en el que se recuperó a pesos pesados como Vicente Soto, Pansequito o Joaquín Grilo, y artistas con renombre a nivel nacional, como Marina Heredia, el público escuchó más que de costumbre, una circunstancia que auguraba un repunte. Pero no, la llegada de 2012 registró un nuevo descenso de espectadores.

Lejos de asestar el cambio necesario y del que se ha hablado durante todos estos años, la edición de 2013 tampoco pasó a la historia. La entrada, peor que nunca, con un precio en las localidades, 20 euros, que no invitaba precisamente tal y como están las carteras.

El cambio sí que ha llegado en 2014, con libre acceso y con el Mamelón como escenario. Que sea para bien...

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