Cultura

70 velas desde el año del milagro

  • Hollywood celebra el setenta aniversario de su añada más memorable en mitad de un panorama lleno de secuelas y 'remakes'· En 1939 vieron la luz filmes como 'Lo que el viento se llevó' o 'Ninotchka'

En la memoria colectiva de Hollywood, 1939 se ha convertido en el Anno Mirabilis por antonomasia. Fue un año alegre para ellos pero triste en el resto del mundo. Franco acababa su guerra en España y Hitler empezaba la suya en Polonia. Pero Estados Unidos salía poco a poco de su Gran Depresión y su espléndido aislamiento de entonces se ve ahora como un tiempo feliz antes de que la marea de la historia los arrastrase en diciembre de 1941 con el ataque nipón a Pearl Harbor, que cambió el país y su cine para siempre. Uno siempre se barruntó que las referencias nostálgicas a las películas del año 39, que se está conmemorando en la desvaída Meca del Cine actual, son en realidad a una América algo ingenua que estaba a punto de desaparecer.

Centrándonos en el aspecto meramente cinematográfico ¿justifica la producción de 1939 echar las campanas al vuelo? Ciertamente el listado es impresionante. Parece que cada género tuvo su obra maestra. El cine de gángsters con Los violentos años 20. El de aventuras exóticas con Gunga Din. La comedia tuvo una de las versiones de Tú y yo y Ninotchka. El musical dio a luz El mago de Oz. El Western un film tan seminal como La diligencia. Capra, uno de los grandes de los años 30, volvió a encarnar el espíritu del New Deal roosveltiano en Caballero sin espada. El drama histórico brilló con La vida privada de Elizabeth y Essex y las adaptaciones literarias "de qualité" con Cumbres borrascosas. Y así otras más, que forman un conjunto irrepetible ¿Tan irrepetible? Merece la pena echar un vistazo a los títulos del año siguiente, 1940. Arise, My Love, Rebeca, Las uvas de la ira, El bazar de las sorpresas, Luna nueva, El forastero, Historias de Filadelfia y nada más y nada menos que El gran dictador. Una lista que puede medirse si rubor a la de 1939.Y 1941, el último año antes de la entrada estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, tampoco está cojo. El halcón maltés, Los viajes de Sullivan, Juan Nadie, Si no amaneciera, ¡Qué verde era mi valle!, la despedida de Garbo en La mujer de dos caras y para rematar la faena Ciudadano Kane.

En realidad, lo que queda claro es que tras el trauma del paso al sonoro en los primeros 30, el Hollywood de finales de esa década había engrasado su maquinaria y los estudios trabajaban a tope, produciendo en su churrería bastantes filmes que iban desde las series B para rellenar programas dobles hasta las obras maestras citadas. La guerra cambiaría todo esto. Tradicionalmente se considera que la crisis del Hollywood clásico llega en los 50 con la televisión y la aplicación de las leyes antimonopolio. Pero creativamente empieza en los 40, con los cineastas tipo Ford, Capra y Wyler movilizados en la guerra y con su hueco cubierto por directores jóvenes que eligieron otra temáticas. Los recortes producidos por el esfuerzo bélico frenaron de momento las superproducciones y en la postguerra la paranoia anticomunista acabó con el optimismo de los años 30. El cine americano se volvió menos transparente y más neurótico.

Aunque tal vez el elegir 1939 como apoteosis del Hollywood clásico tenga que ver con la presencia del film que se ha considerado como la quintaesencia del sistema de los estudios, la incombustible Lo que el viento se llevó. Una elección bastante irónica, pues en realidad es una producción independiente de David O. Selznick, el hombre que quiso hacer la guerra por su cuenta frente a los dirigentes de los estudios deseoso de vengar el menosprecio que le hicieron a su padre, también productor independiente. Selznick tenía más que ver con los francotiradores de la producción que aparecieron tras la crisis de los estudios en los 50, como Stanley Kramer o Sam Spiegel, que con los aplicados empleados de las grandes firmas, caso de Zanuck o Mayer. El film que se considera la cumbre del sistema de los estudios llevaba paradójicamente en su seno la semilla de su destrucción.

En cualquier caso, más allá de años concretos, la cantidad de obras maestras que ese Hollywood producía al final de su época clásica pone los dientes largos al más pintado. Nada que ver con el actual panorama lleno de secuelas y de remakes. Es curioso que justo ahora la Academia que otorga los Oscars haya decidido volver a lo que se hacía en los años 30, colocando a diez películas en la final del premio gordo. Pero no hay color. Entonces es que había calidad para hacer candidaturas tan amplias y ahora es una forma de intentar frenar la caída de un galardón que se desinfla año tras año. Hace setenta años ganaba Lo que el viento se llevó y ahora la infame Slumdog Millonaire. Eso lo explica todo.

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