Crítica de Cine cine

La vergüenza de una nación

James Baldwin, figura sobre la que gira 'I Am Not Your Negro'.

James Baldwin, figura sobre la que gira 'I Am Not Your Negro'. / d. s.

James Baldwin (1924-1987) es la figura menos conocida de aquella poderosa triada de líderes (políticos y morales) de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos de los años cincuenta y sesenta. Suerte de tercera vía entre el impulso pacificador de Martin Luther King y el modo más directo y violento de Malcolm X, figura de perfil incómodo (era homosexual, laico y había vivido varios años en Francia), Baldwin demostró en sus escritos e intervenciones públicas, muchas de ellas recogidas en este importante documental, un tono intelectual elevado, apasionado, claro e incluso lírico, así como un entendimiento del conflicto social en unas claves históricas, psicoanalíticas y económicas que volcaban sobre la supremacía blanca la vergüenza del relato del progreso de una nación hundido en las raíces del crimen, la esclavitud, la explotación y el racismo.

A partir de su propio proyecto inconcluso sobre tres figuras del movimiento asesinadas (Medgar Evers, King y X), y en la voz de Samuel L. Jackson, I Am Not Your Negro encarna la poderosa y hermosa prosa de Baldwin en un ensayo documental que atraviesa la historia de la causa negra estadounidense sin visos de conclusión satisfactoria y con un mensaje político suficientemente agitado, frontal e inconformista como para seguir incomodando a unos y otros en su análisis, predicciones y conclusiones, inscritas en pleno ocaso de la era Obama y ante el resurgir de las peores pesadillas xenófobas con la nueva administración Trump.

La voz de Baldwin (Jackson) se eleva, acompasa e ilumina así un portentoso trabajo de montaje de materiales de archivo con el que Raoul Peck (Lumumba, Meurtre à Pacot) trenza conceptos, imágenes y tiempos, con especial atención a esa doble vía abierta entre las representaciones estereotipadas del negro hechas desde la cultura popular blanca (especialmente en el cine) y la violencia real ejercida desde las instituciones, los diferentes gobernantes (empezando por los Kennedy) y sus fuerzas del orden.

Ni activista de salón ni pantera negra de guante de cuero y metralleta, Baldwin emerge aquí como una lúcida conciencia ética y estética, como voz civil dispuesta a batirse contra los fantasmas de la (su) nación en un terreno frente al que difícilmente cabe otra réplica que la vergüenza. Entre sus ideas, sus textos y el brillante trabajo de collage y resonancias de Raoul Peck, I Am Not Your Negro quedará no sólo como una gran película, sino como todo un gran gesto político.

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