Que viene el lobo…

Amanda Seyfried, protagonista de una intriga rutinaria.
Amanda Seyfried, protagonista de una intriga rutinaria.
Carlos Colón

07 de agosto 2012 - 05:00

Thriller, EEUU, 2012, 94 min. Dirección: Heitor Dhalia. Guión: Allison Burnett. Intérpretes: Amanda Seyfried, Wes Bentley, Jennifer Carpenter, Emily Wickersham. Fotografía: Michael Grady. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, Yelmo, Los Barrios.

Una de las paradojas del cine actual es el desperdicio de un alto nivel técnico y un notable preciosismo caligráfico en películas por completo carentes de esa vida, esqueleto y cimiento del cine narrativo que es el guión. Sin él las películas nacen muertas, se vienen abajo flácidas, se desmoronan. La sofisticada técnica y la cuidada caligrafía sirven de poco cuando no hay nada que contar.

Es el caso de Sin rastro, muy bien fotografiada por Michael Grady y correcta aunque rutinariamente dirigida por el realizador brasileño debutante en Hollywood Heitor Dhalia. Pero para nada. O para casi nada. Porque el guión de Allison Burnett da para poco. Hermana petarda. Hermana sensata (pero expetarda). Ambas traumatizadas desde antiguo. La sensata (que fue expetarda) desaparece. La petarda la busca. Como el mundo es un pañuelo, está convencida de que la ha secuestrado el mismo psicópata que intentó matarla a ella -sin éxito, como se puede comprender- poco tiempo antes. Eso sí: sin dejar huellas ni ser visto por nadie.

El punto fuerte de la película está en la duda sobre esta convicción de la protagonista: ¿tiene razón o es víctima del trauma ocasionado por el ataque que sufrió?, ¿intuición u obsesión?, ¿su capacidad para convencer a la Policía y su habilidad para seguir la pista del psicópata lograrán salvar a su hermana o la desaparición de ésta no tiene nada que ver con su antiguo agresor?, ¿fue siquiera secuestrada o lo imaginó?, ¿está loca o no? Incluso, ¿es una variante sobre la viejecita de El quinteto de la muerte, dando la tabarra a la Policía hasta que cuando dice la verdad no la creen?

Transitando por este interesante camino hitchcockiano de la desesperación de quien no es creído y de la duda sobre su cordura esta película podía haber dado para más. Pero sus potencialidades se van desinflando conforme la acción progresa. Amanda Seyfried hace lo que puede: poco. El resto del reparto tiene cara de teleserie. No me pregunten en qué consiste este fenómeno, que podríamos llamar el síndrome de Richard Chamberlain. Pero, como ustedes y yo sabemos, existe. Todos tienen cara borrosa de telesiesta en la sobremesa.

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