Dan ganas de gritar de ira: el dinero que destinará el Gobierno a Cataluña en los nuevos Presupuestos Generales del Estado supera en el 50% el presupuesto anterior, el de Rajoy. Que no nos vengan con gaitas de que hay que pensar en los ciudadanos catalanes y no en su gobierno; que no nos tome el señor Sánchez por idiotas; que no mienta: el incremento brutal del dinero que destina a Cataluña no tiene más objetivo que ablandar el corazón de Puigdemont y de Junqueras para que le voten el proyecto de ley que le permitirá mantenerse en Moncloa hasta el final de la legislatura.

¿Que siempre se ha pagado un precio a los nacionalistas para conseguir su apoyo a los presupuestos? Sí, siempre. Pero no con un incremento tan brutal, no con tanta diferencia respecto al resto de las comunidades autonómicas y, lo que es peor, nunca cuando el Gobierno al que se manda ese dinero para que lo administre pretende escindirse de España, ha protagonizado un auténtico golpe de Estado declarando oficialmente la independencia -aunque sólo les duró dos minutos-, es un Ejecutivo que desprecia a los españoles y a su Gobierno, que ha mentido sistemáticamente difundiendo que España les robaba para captar así miembros para su causa, y un Gobierno que, además de tener a la mayoría de sus dirigentes fugados pero financiados para que vivan en el extranjero a cuerpo de rey -ya podría Sánchez investigar quién paga los gastos de Waterloo-, encima ha emprendido desde hace años una campaña internacional de desprestigio a España en la que presenta el país como una dictadura que castiga a quienes pretenden expresar sus ideas libremente.

A los gritos de ira habría que sumar los de indignación al comprobar que Sánchez, Montero and company no tienen en cuenta las necesidades de otras comunidades que han cumplido con las normas de austeridad y de control económico impuestas por el Gobierno central. No han premiado a quienes se han esforzado en cuadrar las cuentas, no han tenido el menor respeto para los gobiernos que habían enviado a Hacienda el listado de necesidades y esperaban el maná presupuestario para solucionar problemas de magnitud. El agravio comparativo es total, enorme. Encima, hay que tragar con que ese Gobierno independentista que ha puesto vergonzosamente a la orden a Pedro Sánchez, incluso ha tenido el atrevimiento de advertir que ellos no quieren el FLA, sino dinero contante y sonante que administrarán como les dé la gana. El FLA lo controla el Gobierno central, y el autonómico debe facilitar las facturas que demuestran que el fondo ha ido a donde estaba destinado.

Con Sánchez se está aprendiendo a golpes de indignación que este presidente no es fiable, que no se puede ir ni a la esquina. Cuanto peor se trate a España y a los españoles, más oportunidad tiene el agresor de salir bien parado. Ahí está Sánchez para ofrecerle lo que quiera.

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