En el anterior artículo elogiábamos la figura de don Juan del Río, recientemente fallecido. Merecedor, sin duda, de homenajes y reconocimientos, ninguno de ellos puede pasar por cambiar el nombre a la Playa del Arroyo.

Renombrar una calle histórica, por resolución administrativa, es tan absurdo como ineficaz. De hecho, ya con el Arroyo se ha intentado en otras ocasiones. Ha sido de Domecq, de San Bartolomé y del Duque de Tetuán, con poco éxito. Fue, es y será la plaza del Arroyo salvo que, utilizando técnicas nacionalistas, enseñemos en las ikastolas jerezanas que ese nombre proviene de una imposición invasora de Alfonso X de Castilla, alias el Sabio.

Parece que la Junta de Andalucía le iba a echar unas perrillas (1,3 millones) a un proyecto llamado pomposamente -Eje del Arroyo-. El dinero se está demorando, acaso porque las administraciones intervinientes son de distinto encaste o, en venganza, porque la Junta pudiera alegar que no recibe mejor trato de Madrid. Ni unos ni otros terminan de comprender que el dinero no es de las administraciones, sino de los administrados. Si pomposo es el Eje del Arroyo, no lo es menos el origen europeo de los dineros: Iniciativa Territorial Integrada (ITI). A los políticos actuales, además de con nuestro dinero, les gusta jugar con el lenguaje.

Poco ha trascendido sobre los pormenores del proyecto. Sabemos que es un eje. Como también lo fue el eje Corredera-Esteve. Otro eje, je, je…, de risa. El 'adoquín' jerezano se conserva…, algunos respiran tranquilos. Y, nuevamente, se castiga al conductor anulando los aparcamientos del eje. Resultado: más público para área sur. En definitiva, otra actuación urbanística parcial que delata la falta de un proyecto completo de ciudad que hay que pensar, proyectar y, ejecutar, según se vaya pudiendo.

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