Hace unas semanas moría con 93 años Abert Uderzo, creador, junto con René Goscinny, de Astérix, personaje que sigue entusiasmándonos a grandes y chicos con aventuras portentosas y mágicas. Una de sus luchas recurrentes es contra el recaudador romano de impuestos, lo que por una parte es una afirmación de la independencia de la aldea, y por otra despierta una inmediata solidaridad y simpatía contra los impuestos, sobre todo si los recauda un extranjero.

En el presupuesto público se ha querido ver, por algunos, una causa por la que el nombre de nuestra ministra de Economía no se haya añadido a los tres españoles que ocupan puestos clave en la Unión Europea: José Manuel Campa, presidente de la influyente Autoridad Bancaria Europea -doctor por Harvard, profesor en la Universidad de Nueva York y secretario de estado de Economía con José Luis Rodriguez Zapatero-; Luis de Guindos, también con un excelente currículo, vicepresidente del Banco Central Europeo -ministro de Economía con Mariano Rajoy-, y el alto representante de la Unión Europea para asuntos exteriores y seguridad, José Borrell, ingeniero, matemático, catedrático de economía, que fue secretario general del PSOE. Por un lado, no puede decirse que la presencia española sea pobre; y por otro, pensar que a nuestra ministra le faltó un voto por la orientación de la política fiscal, resulta superficial.

En las elecciones en grupos muy pequeños juegan intereses diversos, y no sólo en política sino en la Universidad, colegios profesionales, o comunidades de vecinos. Austria y Holanda, dos de los países que van a la contra, están ante el tribunal de justicia de la UE por su permisividad frente el blanqueo de capitales, el primero por temas relacionados con el juego. Irlanda -y Holanda también- tiene un contencioso por sus bajos impuestos a compañías extranjeras, que acabó con una multa de 1.500 millones a Google por la UE. No creo que el nuevo presidente de los ministros de Economía, responsable entonces del asunto de la multa, tenga ahora mucha fuerza para tomar iniciativas de política fiscal; además, su partido es el tercero por votos en Irlanda, en un gobierno en coalición, que deberá rotar en diciembre de 2022. La política de bajos impuestos a grandes empresas no impidió que Irlanda se arruinara en la gran crisis de 2008, y otra vez ahora, lo que ha influido sin duda en que el partido más votado -excluido por sus antiguas conexiones con el IRA- haya sido el Sinn Féin, con un programa fiscal que busca el acceso de jóvenes a la vivienda, una mejor sanidad, y sobre todo evitar el sentimiento de exclusión de tantos que han tenido que emigrar.

No tendríamos que entrar al trapo de los que están siempre buscando cosas que hacemos mal, y ponen a los de fuera como ejemplo, porque poco hay ejemplar en ellos. Sin embargo, Astérix, con todas sus contradicciones, sí es siempre un ejemplo, pues como dice John Thornill en una necrológica: "Es un ciudadano enamorado de la libertad, pero sediento de igualdad, en contra de los impuestos, pero a favor de los servicios públicos", y en definitiva con una solidaridad que no se respira en las reuniones europeas, pero sí en las de la comunidad de la pequeña aldea gala, que algunos han imaginado proyectada a una gran aldea global.

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