Fue en 2007 cuando vi por primera vez, en el Teatro Villamarta 'El Trovador', adaptación de Verdi de la novela del chiclanero Antonio García Gutiérrez, publicada en 1836. Me sentí incómodo en el tratamiento dado a la gitana Azucena, sufriente porque quemaron a su madre en la hoguera, y ésta le pidió venganza. Antes, en 1613, Miguel de Cervantes, en su novela 'Gitanilla', hace una introducción desastrosa contra los gitanos, roba niños, gandules, ladrones, etc. En esas obras dicen que los gitanos cantan, bailan, trabajan el hierro, aman la libertad, gustan de la naturaleza. Esmeralda es otra niña robada por una gitana en la novela de Víctor Hugo: 'Ntra. Sra. de París' publicada en 1813. Con esos graves epítetos no es extraño que los gitanos sean odiados por los políticos de la ultraderecha, sean italianos, húngaros o españoles. El Papa Francisco el pasado mes de junio estuvo en Rumanía, el país de más concentración gitana de la UE Visitó una población gitana y les pidió perdón por "la discriminación, segregación y maltrato" que han sufrido a lo largo de la historia, también por parte de los cristianos. Gracias Francisco.

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