Estas líneas van dedicadas a ti. Sí, a ti, que te dedicas a pontificar en 'Facebook' o de 'Twitter sobre lo equivocado que está el mundo porque no cumple con las ideas que tienes. Sí, a ti, que das clases de periodismo sobre cómo los medios debemos escribir porque no suele gustarte el enfoque, circunstancia que aprovechas para decir que todos somos unos vendidos sin que te importe denigrar el trabajo de profesionales que intentan ganarse la vida letra a letra. Sí, a ti, que te gusta señalar qué está bien y qué esta mal. Tienes todo el derecho del mundo a expresar tu opinión, esa es la democracia, pero me atrevo a darte un consejo: no mires siempre al otro bando y mira al tuyo, que también incurre en acciones reprochables. Algunos de tus compañeros ya lo han hecho, con total libertad; en cambio, tu 'tweet' aún no lo he leído. Pero aún estás a tiempo de ser consecuente con tus ideas, de ser fiel a aquello que defiendes con tesón y, sobre todo, de no cargar de razones al contrario con tu silencio o, peor, con un enroque cobarde representado en un cierre de filas. Si no lo haces, serás igual que tus enemigos.

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