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Otro año más, la hermosa y jerezana Real Bodega de 'La Concha', de González Byas, ha sido el mejor marco para la anual convocatoria al pueblo de Jerez para acudir a la Romería del Rocío, apenas tres semanas más tarde, y para renovar una estrecha vinculación con una advocación, mundialmente famosa ya, que se ha extendido; como dijera el recordado poeta Antonio Gallardo Molina cuando habló del exponencial crecimiento de esta manifestación mariana; como una mancha de aceite…".
Y ha sido en esta ocasión un ilustre almonteño, el doctor en Derecho y profesor emérito de la Facultad hispalense, Juan Ignacio Reales Espina, anterior Presidente de la Hermandad Matriz del Rocío de la onubense localidad de Almonte, que ha elevado su voz en tan singular marco, rodeado de centenares de devotos de la Blanca Paloma, quién ha venido a poner en camino a la Hermandad jerezana, que marcha ya con legítimo orgullo hacia la celebración de su Centenario, corporación cuya fundación tendría lugar como desagravio a la Madre de Dios hace ya casi una centuria, habiendo consolidado su bien ganado prestigio entre las cada vez más numerosas hermandades rocieras y que en cada romería de Pentecostés aporta a la aldea un elevadísimo número de romeros, muchos de los cuales han llegado hasta la Reina de las Marismas por los bellísimos, singulares y duros senderos y arenales del Coto Doñana…
De todo ello habló en la noche del pasado viernes, en su magnífico canto a la Señora, de lo que Ella representa y significa para la vida del pueblo de Almonte y para millones de rocieros del mundo que la tienen como su celestial protectora y como no de lo que, a dicha advocación, desde que en la propia bodega de González Byass, un grupo de personas; entre las que se encontraba su propio tío abuelo; tuvieran la feliz ocurrencia de fundar la Hermandad del Rocío de Jerez, ha sumado nuestro pueblo, que ahora impaciente y contando las horas ya aguarda el momento de ponerse en camino, tras este 'rengue' de las elocuentes y sentidas palabras de Juan Ignacio…
Así comienza, cada año, el Rocío jerezano, que sueña ya con la mañana de la partida hacia la aldea e imagina el embarque en el sanluqueño Bajo Guía y anhela reencontrarse con ese inmenso espacio donde el pino y la jara, el tomillo y la retama, los patos y los ánsares, la espátula y la garza real, las resecas lagunas del coto; que ahora han cobrado un indeseable protagonismo que nunca deberían tener por el bien de todos; serán el escenario que acogerá el cansino discurrir de la rociera caravana, interrumpido de vez en vez por los necesarios 'rengues', donde el rezo ante el Simpecado, el cante y el baile, la guitarra y las palmas, las sevillanas lentas y las bailables, la convivencia y el buen humor - que de todo debe haber en tan especial ambiente - pondrán la nota distintiva de Jerez, camino de la Ermita blanca de la Marisma, donde aguarda la Señora…
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