Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Análisis

José Blas Moreno González

Carta al pregonero

Parece que fue ayer cuando inmersos en un calor sofocante, recibiste la llamada que habría de llevarte mañana a pisar las tablas del Villamarta, cátedra de los pregoneros jerezanos.

El otoño ha arreciado con fuerza sobre tu almanaque y cual temporal de levante que Serrat cantara, ha ido arrancando las hojas con tal rapidez, que ya ha llegado la jornada en la que Jerez está ansioso por oírte.

Es el mismo paso del tiempo que cuando vengas a darte cuenta te habrá sentado en el patio de butacas para que escuches el canto al pórtico de otra Semana Santa de nuestras vidas que ni siquiera asoma aún por los calendarios.

Querido pregonero, querido Antonio, nadie que no haya pasado por el trance de cruzar los escasos y cortos, pero incontables y lejanos pasos que van desde tu asiento mañana, hasta el atril que te espera, sabrá ni podrá ni siquiera imaginar, todos los sentimientos que te van a embargar cuando la lámpara de tu mesilla de noche te deje ante la espera de una nueva luz, que pocas veces en tu vida se repetirá. La luz de la ilusión.

Mañana muy temprano recibirás un gran regalo. Será tu día. Será el día que se cumplirán los sueños. Como cualquier mañana, de cualquier seis de enero de tu infancia, algo en tu interior será un resorte que te dirá que ya ha llegado el momento y la cama de la cotidianidad, del dormitorio diario, en el que pronto una cunita llenará tu vida con el mayor regalo que Dios te pueda hacer, te alzará, te elevará en busca de tu destino, te convertirá en historia de nuestras cofradías. Ya para siempre serás pregonero.

Lo más probable es que tengas el estómago cerrado y ni siquiera te entre, como les gusta decir a tus compadres del Desamparo, ni un cabero de pan.

Te vestirás con el mismo ritual que el torero, con la salvedad que en esas horas de incertidumbre en las que no se sabe si el morlaco va a colaborar con al artista, el toro al que te vas a enfrentar, va a encumbrar tu carrera. Porque sales al ruedo de una plaza de primera. Será tu confirmación de alternativa. El Villamarta será Las Ventas de tu oratoria.

Llegará el momento y partirás con tu séquito, pajes que compartirán contigo la carga del nerviosismo y la inquietud y que te harán más llevaderos los peldaños que te alcen al escenario.

Sonará la música y se levantará el telón. Muchos pensarán: "que solo está". Nada más lejos de la realidad. Todos estaremos contigo, el primero tu abuelo. Todos caminaremos contigo cada trecho de madera que te lleve a abrir las pastas que han cobijado los sueños y desvelos de los últimos ocho meses. Y a partir de ahí que sea lo que Dios quiera… que será mucho y bueno.

Querido Antonio, querido pregonero, uno de los mayores regalos que te hace el pregón, son las gentes que pone en tu vida. Aunque ya pasó un año, desde el retiro en mis cuarteles de invierno, he vuelto a agradecer mi nombramiento porque me ha permitido conocerte como lo he hecho en las últimas semanas.

Supe desde el once de julio del pasado año que estábamos ante un grandísimo pregonero, pero lo que no sospechaba ni por asomo es el ser humano que se escondía tras aquella espigada figura

Doy gracias a Dios porque seas tú quien me releve. Doy gracias a Dios por ponerte en mi caminar por este mundo. De antemano y pleno de confianza en tu obra, sin necesidad de haberlo oído, te felicito y te doy las gracias por lo que me vas a hacer disfrutar mañana.

Carpe diem pregonero. Que cuando te vengas a dar cuenta todo habrá pasado, que cuando te vengas a dar cuenta estarás componiendo nanas para el mayor regalo que jamás podrá recibir ningún ser humano.

Pregonero, agáchate que te de un abrazo, que tu eres "mu" grande y yo "mu" chico.

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