Análisis

Manuel J. Ramos Ortega

Catedrático de Literatura Española de La Universidad de Cádiz

Caballero Bonald: 'Somos el tiempo que nos queda'

Es muy difícil encontrar a un escritor tan brillante como él en tantos modos y géneros literarios

La relación de Pepe Caballero Bonald con su mater terra gaditana ha sido tan estrecha que diríamos que no se entendería una obra tan lograda sin este estrecho y fructífero vínculo vital y literario. Todo comenzó con los estudios universitarios que él inició en la antigua Escuela de Náutica de Cádiz. Efemérides que dio ocasión a la amistad con Fernando Quiñones, Felipe Sordo Lamadrid y Serafín Pro, gaditanos y antiguos alumnos del Colegio de los marianistas, como Pepe, y fundadores de la revista Platero. Llegarían luego Pilar Paz Pasamar, Antonio Gala, Julio Mariscal, José Luis Tejada y otros. Las adivinaciones, su primer libro poético, fue Primer Premio Platero.

No se entenderían sus novelas y gran parte de su poesía sin ese espacio geográfico-mitológico que es El Coto, en la desembocadura del Guadalquivir, que configura un mundo virtualmente enigmático cuyas claves coinciden aproximadamente "con las de la patria celestial". Ese espacio, como en casi todos los escritores que, como Caballero Bonald, han descubierto y fundado un mundo propio, ha recibido el nombre de Argónida. Un nombre que lo vincula ya para siempre, gracias al poder fundador y transformador de la literatura, con la mitología universal. Argónida deviene de Argos, de las aventuras de los argonautas y del vellocino de oro, vale decir: de un antiguo tesoro que bien pudiera ser el tesoro del Carambolo que los historiadores y arqueólogos comenzaron a desenterrar aproximadamente por las fechas que Caballero Bonald escribía su Ágata ojo de gato, y que muy pronto se relacionó con la antiquísima civilización de Tartessos. Su primera novela, Dos días de septiembre, penúltima del llamado realismo objetivo, enmarca literariamente el mundo de las bodegas jerezanas y confiere rango literario a la antigua tradición literaria del vino, vinculándolo ya definitivamente a su generación, la del 50, de la que nuestro autor solía decir que "habían vivido y bebido lo suyo".

Su novela titulada con una de las primeras frases del Diario del Almirante, Todas las noches oyeron pasar pájaros, continúa la línea nunca abandonada de las novelas del mar. No en balde Caballero Bonald leyó cuando niño y joven toda la literatura de los clásicos novelistas de aventuras en el mar, como Salgari, Melville o Joseph Conrad.

La Universidad de Cádiz le concedió en el año 2004, como prueba de sus muchos méritos académicos, el Doctorado Honoris Causa, en un solemne acto en el que me cupo el honor de ser su padrino y orador de la laudatio que lo recibió como miembro ilustre de nuestro Claustro de profesores doctores. No fue esta la única ocasión en la que el poeta y novelista visitó nuestras aulas universitarias, pues fue uno de mis primeros invitados en el ciclo de 'Presencias literarias' y habitual conferenciante de nuestros Cursos de Verano tanto en la sede de Cádiz, como en la de San Roque. Han sido varios los licenciados y doctores que se han formado en nuestras aulas con temas de investigación dedicados a su obra literaria.

A sus muchas cualidades como poeta y novelista, añade el mérito de ser uno de nuestros mejores escritores memorialistas. Sus dos tomos de lo que él ha denominado "la novela de la memoria", nos brinda un verdadero arsenal de informaciones, tan valiosas desde el punto de vista biográfico como de brillantes contribuciones a la literatura del género. Pues es costumbre de nuestro autor oírle repetir una de sus muchas frases con retranca: "Me resulta difícil o imposible escribir mal". Naturalmente esta irónica, aunque no menos sincera apropiación, es tan justa como válida aplicada a su obra poética a la que se ha dedicado casi exclusivamente desde que decidió finalizar su ciclo narrativo. Sin embargo, si vale mi opinión, yo diría que entre su obra narrativa y su poesía, existe un trasvase o vaso comunicante que la hace transitable tanto en temas -con frecuentes recurrencias al mundo de la Argónida- como en maneras y figuras de potente lenguaje y 'andamiaje' literario.

Podemos finalizar diciendo que Caballero Bonald ha dejado una obra total. Pues es muy difícil encontrar a un escritor tan brillante como él en tantos modos y géneros literarios. Otra de sus frases preferidas como escritor era definir la literatura como el mensaje en una botella que se echa al mar. Desde luego su mensaje ha llegado y su legado no desaparece con él, pues somos muchos los que hemos sido recompensado con su literatura y su amistad. Desde su casa en la Playa de Montijo que han visto surcar naos y barcos de todos las esloras y tonelajes a lo largo de los siglos, en cuya desembocadura él mismo naufragó, nuestro autor nos seguirá recordando que, aunque el tiempo de los hombres apenas es "el tiempo que nos queda", su obra no quedará enterrada en las marismas del Coto, sino que será el tesoro que el "normando" por fin ha desenterrado ahora ya para siempre.

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