Análisis

rogelio rodríguez

Calviño no admite pirómanos

Es el único miembro del Gobierno capaz de enmendar la plana a Pedro Sánchez

Los pronósticos del Fondo Monetario Internacional -y de otras entidades- sobre la situación económica de España nunca fueron benevolentes del todo. Incluso en épocas de bonanza, sus dictámenes siempre contenían vendajes para las supuestas heridas que habríamos de padecer. Así que ahora, sumidos como estamos en un cataclismo sanitario, financiero y político, el FMI nos augura lo peor, esta vez con argumentos tan sólidos que hasta el empecinado presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha empezado a despegar por una esquina el precinto de su pacto con Podemos y a buscar apoyos al margen de sus socios de investidura. Una previsión de déficit público del 14% y una tasa de desempleo del 30% no hay país que la afronte sin graves desgarros institucionales y sociales, máxime si está al timón un Ejecutivo contradictorio, drogado en su confección y con frágil respaldo parlamentario.

Si la forzada e improvisada coalición PSOE-Podemos no auguraba nada positivo, la pandemia del Covid-19 exige modificar la ruta de un Gabinete trufado de populistas de extrema izquierda y dependiente de grupos secesionistas, en el que Sánchez, intuitivo y presionado, introdujo a dos o tres actores de prestigio, más técnicos que políticos, como medida precautoria. Parece un contrasentido, pero el drama sanitario puede salvar al presidente de la quema, llevar la legislatura a término y propiciar consensos que, en otras circunstancias, serían del todo imposibles.

De hecho, el decreto de la nueva normalidad ha sido aprobado con el apoyo del PP, PNV y C's, mientras Vox, ERC, Bildu y JxCAT votaron en contra. Un pacto coyuntural, pero que significa un salto cualitativo y cuantitativo, que debe remover conciencias, iluminar cerebros y modificar estrategias, sobre todo entre socialistas y populares, dos partidos interesados en volver al bipartidismo a los que las encuestas comienzan a darles aliento al preveer significativos descensos de las formaciones que los mutilaron por sus extremos.

La clave está en los Presupuestos. Continuar con los del Gobierno de Rajoy es ya inviable y no aprobar las cuentas que necesita España nos conduciría a una hecatombe superior a la que vaticinan los organismos internacionales. Sánchez no es fiable, sus flaquezas y alevosías como presidente lo descalifican, pero la torpe acritud electoralista del PP también genera desconfianza. La tesitura no permite actuaciones que irriten en Bruselas y frustren las posibilidades de recuperación en un plazo prudencial. La nominación de Nadia Calviño, vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos, como firme candidata a presidir el Eurogrupo, revela que la sartén ideológica de Podemos se apartará del fuego.

Calviño, afín al socialismo pragmático, es el único miembro del Gobierno capaz de enmendar la plana a Sánchez y de tratar con absoluto desdén las ocurrencias de Pablo Iglesias. Sánchez está obligado a promocionarla, ya que su influencia garantiza que los hombres de negro de la UE no ocupen despacho en Madrid. La cuestión se asemeja a un polvorín y la encomendada no admite pirómanos. De momento, Iglesias ha apagado la antorcha del impuesto a los ricos. En los despachos del poder habitan duendes disuasorios.

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