Análisis

Susana Esther Merino Llamas

Caminando hacia la Gloria

A medida que las tardes cuaresmales se desvanecen besadas por los tímidos rayos de sol que aún quedan como el poso de lo que fueron los albiazulados medios días, vamos aproximándonos a las jornadas donde la Cruz de Cristo se nos hace presente como ese Alfa y Omega que es, como principio y fin de todo.

Y es que precisamente desde la Cruz, ese Árbol de Vida Eterna, Dios nos tiende la mano para evitar que nuestro barco naufrague en cualquier playa del olvido y la desesperanza. La representación del Hijo del Altísimo escarnecido hasta donde ninguna mente hubiera podido imaginar, junto a la pena más amarga que traspasa con negros puñales de dolor hasta las costuras del alma de su bendita Madre, ha sido la catequesis que, Domingo a Domingo, nos ha ido marcando la vereda que hemos de tomar hasta llegar a la meta de este itinerario pasional.

Parece que, poco a poco, esas frases ya hechas y grabadas a fuego en nuestro léxico como "la primavera que la vida nos robó" (que bien pudiera tratarse del título de una película para ver tranquilamente durante una sobremesa de un sábado cualquiera de septiembre), se van desvaneciendo a medida que Cristo y María nos han ido pellizcando cada recoveco de nuestro corazón cada vez que cruzábamos los dinteles de los templos.

Por supuesto que si hacemos un flash-back y cerramos los ojos, ni que decir tiene que la situación actual nos está condicionando y obligando a sacar nuestra capacidad de adaptación como jamás habríamos pensado, pero tampoco es menos cierto que de los malos sueños se despierta y, aunque no siempre al ritmo que se pretende, lo importante es que desde el Cielo se nos está regalando la oportunidad de ensamblar el canasto con los únicos mimbres con los que contamos, es decir, de podernos acercar al Evangelio desde la solidaridad, la oración y, por qué no decirlo, desde el gusto y la estética (que la belleza también es una de las vías para llegar a Dios).

Pero lo que jamás hemos de olvidar, es que el camino pedregoso del Calvario, las espinas del martirio, el vergel de moratones cubiertos de la sangre derramada por el que fuera acunado por la que se convirtiera en Primer Sagrario sin Templo, nos guía hasta el porqué de tanto sinsentido aparente, y nos es otra cosa que llegar desde el camino de la muerte, a la Resurrcción y la Vida Eterna, es decir, hasta la Gloria de Dios.

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