Es una pena comprobar cómo los principales responsables de la degradación del patrimonio natural que tan orgullosos nos hace sentir somos los propios autóctonos. A cualquiera se le caen dos lagrimones viendo cómo el fuego se come nuestro bosque, pero podríamos empezar por respetar las zonas más visitadas del verano, las playas. Vivimos en una provincia con una enorme costa que aún mantiene algunos pequeños espacios vírgenes, que se han salvado a la acción urbanística del ser humano. Y comprobé hace poco con mis propios ojos cómo a más de uno se le había ocurrido convertir aquello en un vertedero. Hablo en concreto de Tarifa, de la playa de Valdevaqueros, lugar de culto de los surfistas y de más de uno que eso del civismo no lo aprendió en el colegio. Y tiene narices que en las zonas de árboles que rodean el exterior de la playa luzcan incluso cascos de botellas vacías. Si arde, que esperemos que no lo haga, no podremos culpar a los políticos. Los responsables seremos los anónimos.

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