A los pasos no los mueven la devoción. Los mueve la fuerza física del costalero. Esto es impepinable y no cabe discusión alguna. La devoción está muy bien para el costalero que saca un paso por cariño a la imagen que lleva sobre sus hombros. Si existe esta devoción, miel sobre hojuelas. Pero lo fundamental es la fuerza física. La constitución del costalero y la capacidad de ejercitar el músculo.

Esto ya se sabía de tiempos inmemoriales en todo esto de las cofradías. Y es por eso por lo que, durante siglos, las cofradías contaban con gente del 'mundo de abajo'. Hombres fuertes de un estrato social muy definido a los que no todo el mundo tenía acceso. Era posible dar con ellos, pero imposible ponerlos a todos de acuerdo para sacar un paso por las calles y no dejarlo tirado. Y es en este capítulo donde entran en escena los capataces. Los que mandaban lo hacían porque se encargaban de relacionarse con las hermandades y tenían acceso a estos hombres. Y así se componían las cuadrillas que en Sevilla llegan a ser reconocidas como míticas. Vicente Pérez Caro, Alfonso Borrero Pavón, Salvador Dorado 'El Penitente', Manolo Bejarano o Rafael Franco Luque -que puso una raya que marca en la costalería en un antes y un después- y a continuación su hijo Rafael Franco Rojas son algunos de los nombres encargados de sacar durante décadas las cofradías en Sevilla.

En Jerez había algo parecido con la familia Sacrificio, los Olmedo o la saga de los Gorriones. Todos ellos con un conducto que les llevaba hasta el barrio de El Chicle -este barrio siempre ha dado muy buenos peones- para alistar a hombres que harían todos los días una 'corría' y de la que cobrarían lo que en una obra o en el campo tardarían tres meses en percibir. Muchos costaleros sacaban de este dinerito los libros para los niños o para llevar a mujer y la familia a la Feria.

Después vinieron las cuadrillas de hermanos costaleros. Y las presiones y los imperativos porque parece que ser costalero es ser un sufriente que, junto con la condición gremial de este mundo, quitaban o ponían hermanos mayores y miraban por encima del hombre a los hermanos nazarenos.

De aquello que no fue una fórmula perfecta, llegó esta seudo-profesionalización que tenemos hoy en día y en la que hay tanta carne que a los quince minutos coger el palo se salen sin sudar. Increíble. El ciclo se va cerrando y vamos llegando de nuevo a cofradías que tendrán que pagar si no quieren verse como la cuadrilla de la Guapa de San Francisco que llegó con los hígados fuera porque la primera condición no se cumplió por la impericia de los responsables: la fuerza física.

Ya en agosto de 2019, en las páginas de este Diario, se hablaba de lo que venía. Y aquí no vale ni la pandemia ni los dos años sin procesiones. Esto es un movimiento cíclico del que solo se salvará aquellas cofradías que, por llevar música o plumeros, seguirán adelante, al menos de momento. Las restantes, tendrán que buscar a estos hombres de negro -que los hay en Jerez y muy capacitados para este oficio de mandar- capaces de buscar hombres con buena constitución física para poder sacar los pasos, tengan devoción o no la tengan. Antes se buscaban en la colla del muelle. Ahora, en los gimnasios, se podrán encontrar, aunque quizá con menor capacidad de sufrimiento.

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