Análisis

rogelio rodríguez

Cunde el pánico

Arranca el mes del amor y cunde el pánico en los oscuros dormitorios de los partidos

Arranca febrero, que es el mes del amor por San Valentín y de la incertidumbre, la frontera entre un invierno político desapacible, con incesantes previsiones ciclónicas, y una primavera que desvelará su corola y sus espinas en las urnas de mayo. El personal expectante propaga inquietud y cunde el pánico en los oscuros dormitorios de los partidos. Por una herradura, se pierde un caballo; por un caballo, un caballero, y por un caballero, un reino… Pero quizás no hay motivos para tanto. Al fin y al cabo, aún todo es posible, y el supuesto Waterloo de algunos líderes, según anuncian las primeras encuestas, puede salvarnos de la quema. Al menos, por una temporada.

Está a punto de comenzar el juicio en el Tribunal Supremo contra los dirigentes catalanes presos acusados de rebelión. La Sala Segunda, que preside Manuel Marchena, no lo tiene fácil, pero las largas uñas del independentismo, ni sus movilizaciones, ni sus aguerridos CDR, ni sus ánimas consoladoras atrapadas en el chantaje, alcanzan al reloj de la Justicia. Lo han intentado y lo volverán a intentar, y en el fracaso de las pretensiones secesionistas estribará que el Poder Judicial recupere buena parte del crédito perdido en sus contubernios con el depauperado poder político. La política se inhibió y judicializó el conflicto y ahora la más expresa defensa del orden constitucional está en manos de los togados.

Este febrero reúne variados bemoles, como la presentación en el Congreso de los Presupuestos Generales del Estado, sobre los que penden notables descalificaciones de organismos como el Banco de España, la Comisión Europea o la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. Gastos e ingresos no casan ni a ojo de buen cubero y alguno, incluso, asegura que se recaudará un 50% menos de lo que prevé el trolero Ejecutivo. Entre los días 11 y 17 se debatirán las enmiendas a la totalidad, y en el caso de ser rechazadas, el presidente estará obligado a cumplir la advertencia de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: convocar elecciones generales antes de las próximas doce uvas.

¿También generales en mayo?, pregunto a un reputado socialista madrileño. "Todo puede ocurrir", responde. Pedro Sánchez teme ser arramblado por el juicio del procés. Estaba dispuesto -y lo está- a ofrecer a Quim Torra hasta La Alhambra, pero ya no se fía. Andalucía le ha cambiado el paso y en Madrid los socialistas aparecen como quinta fuerza. Sólo el CIS de José Félix Tezanos le sirve salsa al gusto: tranquilidad en el frente que el PSOE va primero (29,9%) y el PP se hunde en la cuarta posición (14,9%). Coincidencia astral, a la que se añaden los votantes útiles desencantados con Podemos y un pacto de futuro con la izquierda amable que Íñigo Errejón, fugado del poscomunismo antisistema, pretende encolar.

Los muertos de Pablo Iglesias gozan de buena salud. Quieren convertirlo en el gran lastre de Podemos. De momento han logrado que estos días sólo lo aplaudan los taxistas. Y no todos.

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