Ahora que están de moda los días mundiales de todo lo que sea posible que se celebre deberíamos hacer una campaña para que por la zona de la comarca de Jerez se instaurara el día mundial del estafador.

Lo mismo son estafadores de pisos, alquileres vacacionales o viviendas que bandas organizadas para estafar con coches de alta gama, o con llamadas telefónicas y mensajes que nos piden alguna que otra contraseña e incluso estafas de las de a la puerta de casa cuando nos piden de todo o se quieren aprovechar de las pensiones de los jubilados.

Lo de la estafa se está instaurando como un modus vivendi de demasiada gente. Hasta el punto que para poder hablar del tema quizás acabemos antes hablando de donde parece que no hay estafa que valga. No es que seamos desconfiados a tope ni que estemos imbuidos por la paranoia persecutoria, pero tal como está el patio ya vamos por el mundo desconfiando de todo y de todos.

Desde las altas esferas políticas nos llegan a diario miles de mensajes contradictorios y sin cotejar a los que solo hay que pasar el detector de mentiras para darnos cuenta de lo que encierran. En el deporte, nos llegan informaciones de miles de dopajes, de amaños y de tecnologías como el VAR que lo que hacen es estafar al espectáculo. De las finanzas para que hablar, porque cualquier oficina bancaria es la cueva de Ali Babá y los cuarenta, una compañía de seguros un experimento de la letra pequeña y cualquier producto que se le parezca no es sino la consecuencia directa que tiene como objetivo embaucarnos e hipotecarnos de por vida.

Y para colmo los seudónimos de los certámenes literarios, las mentiras intencionadas de la economía, las guerras o la puesta en escena diaria de quien toma café a nuestro lado y no sabemos qué trama. Lo malo es que hasta nos quieran estafar la conciencia.

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