Ayer se celebró el Día Universal del Niño y no he podido evitar pensar en aquellos que fueron separados de sus padres y metidos en jaulas en EEUU por entrar de forma irregular (aún hay unos 200 de los más de 2.500 que llegaron a estar enjaulados en verano) hasta que se resolvieran los permisos de los progenitores. Tampoco en los miles que han perdido la vida cruzando el Estrecho y en los que tienen algo de comer gracias a un comedor social. En aquellos que sufren bullying hasta desear la muerte y en los que son testigos de la violencia extrema en sus hogares o son ellos las propias víctimas. Son sólo un ejemplo de los millones y millones de menores que sufren desprotección y olvido. Olvido por parte de todos -me incluyo- porque estamos anestesiados ante estos escenarios y a veces sólo revive nuestro sentido más crítico cuando aparece un niño muerto en la orilla del mar. Sólo en 2017, se calcula que murieron 6,3 millones de niños y adolescentes, la mayoría de ellos por causas prevenibles, según Unicef. Seamos responsables. Cuidemos la infancia.

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