La fugacidad de la vida y la poca certeza que tenemos sobre la misma han sido siempre clásicos tanto de la literatura clásica como de la literatura de todos los tiempos, y eso no nos hace extrañar, aunque nuestras ocupaciones del día a día nos mantengan más que absorbidos y no nos permitan tener el tiempo si quiera de reflexionar sobre la existencia misma.

Lamentable y despiadadamente la vida nos vuelve a recolocar y a ponernos como siempre en manera certera e implacable en nuestro lugar sin preaviso alguno, y un día, antes o después te vuelves a enfrentar a esa realidad aunque uno no quiera y aunque más fría y cruda ésta se presente.

Noticias, malas noticias o pésimas noticias nos terminan cayendo encima como losas implacables que no sabemos ni cómo gestionar. Noticias que te lapidan y te dejan más que petrificado ante determinados hechos que no sabría si clasificarlos de fortuitos o se podría decir "maquiavélicamente concertados por un universo potencialmente despiadado y a los que nunca podremos encontrarles una razón".

La razón es la sin razón. Podrá parecer retórico y banal repetir siempre la misma frase de "disfruta del momento y del ahora porque el mañana es totalmente incierto" pero en este caso, esta es la frase que se repite sin fin en mi cabeza, mientras esperamos que nuestro amigo se recupere y pueda salir adelante de su lesión y de su coma, y que la persona que este viernes pasado fue arrollada por un coche casi frente a nuestros propios ojos puedan salir adelante y puedan ellos también seguir disfrutando de su día a día, de sus pequeñas cosas, de su vida, de su gente, de su amor y de todas sus más profundas pasiones.

Pido a Dios que así sea.

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