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Análisis

Andrés Luís Cañadas Periodista

Don Ángel, el cura de san miguel

El pasado domingo en el catedralicio templo de San Miguel, en el curso de una Concelebración presidida por el Obispo de Asidonia, tuvo lugar el relevo del Párroco de dicha feligresía, el benemérito sacerdote don Ángel Romero Castellano, que tras cerca de cuarenta años ejerciéndolos como tal ha sido relevado por el nuevo responsable de la misma, el canónigo don Manuel Lozano, designado para dicho ministerio por el Prelado diocesano.

Mientras asistía a la multitudinaria Eucaristía, bajo las impresionantes bóvedas de una de las joyas de nuestro patrimonio religioso histórico-artístico, multitud de recuerdos me vinieron a la memoria, desde que hace treinta y siete años, don Ángel llegara a nuestra ciudad, desde su querida Chipiona, para hacerse cargo de un templo, sin duda referente y emblemático como es San Miguel y así pude recordar, en apresurado repaso, la multitud de vivencias que he tenido junto a ese personaje menudo, vital, sereno y profundamente honesto cuya voz recorría cada mañana de domingo las ondas para llevar a los hogares, especialmente a los enfermos e impedidos, la palabra de Dios a través de la retransmisión de la Misa que durante años efectuó aquella Radio Popular de la Cruz Vieja y uno de cuyos seguidores habituales fue quién años más tarde sería creado Cardenal franciscano, por entonces al frente de la Archidiócesis de Tánger en el norte del reino de Marruecos, que luego pastorearía durante veintisiete años la de Sevilla.

Con el "Cura de San Miguel", con el entrañable don Ángel, he vivido tantas cosas que su sola enumeración rebasaría no solo los límites del espacio periodístico sino la propia paciencia de la persona; del sacerdote y del amigo; al que este comentario está dedicado. Desde la restauración del magnífico Retablo de dicho templo y la cubierta y otras zonas relevantes del mismo hasta su actividad como Asesor religioso y miembro del Patronato rector de la entonces Emisora diocesana, en la que todos los que integrábamos la misma y en cualquier circunstancia contamos siempre con su consejo certero y su palabra acogedora, o la organización y desarrollo de todo un completísimo programa con motivo de la histórica conmemoración del V Centenario de la Iglesia consagrada en nuestra ciudad al Arcángel, sin olvidar tampoco las sesiones vividas en el seno de la Real Academia de San Dionisio, Corporación de la que el sacerdote es miembro Numerario, por no citar la estrecha relación mantenida durante los años que ejerció como Pro Vicario en la zona Pastoral jerezana, por especial designación del Cardenal Bueno Monreal.

Han sido, como digo, numerosas vivencias con este "hombre de Dios" cuya actitud y compromiso con su vocación transmitía esa benefactora sensación de serenidad que tanto reclama y necesita la sociedad encrespada de este tiempo nuestro, que siendo Cura propio de la Iglesia de San Miguel ha tenido la generosidad de poner a disposición del Obispo diocesano su ministerio para que el Prelado pudiera proveer el nombramiento de un nuevo Párroco, gesto al que ha correspondido con su reconocimiento como titular emérito y honorífico de la feligresía a la que ha servido con eficacia y entrega ejemplar durante cerca de cuatro décadas, como fue corroborado ayer con la atronadora ovación que puso broche a sus emocionadas y entrañables palabras de despedida al final de la Concelebración dominical con la que se ponía punto y seguido a su ejercicio pastoral y se iniciaba el de quién es hijo del barrio y fuera, hace ya bastantes años, Seminarista en San Miguel donde desempeñaría sus primeras tareas eclesiales, el actual Párroco don Manuel Lozano Jiménez.

No se va pues del todo don Ángel pero a partir de ahora podrá gozar de un bien merecido descanso tras entregar su vida al servicio de los demás como siempre ha sido su actitud desde la sencillez y la humildad, aceptando cuanto para el dispusiera su Obispo y atendiendo con prontitud y una palabra amable cuanto le demandaban quienes hasta el acudían en solicitud de ayuda.

Y aunque me consta que seguirá usted asistiendo ante el altar cada día, a esa hora matutina de "su" Misa, descanse ahora buen amigo que bien se lo ha ganado.

Un abrazo fuerte.

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