Hoy celebramos el día de la esperanza. Concretamente de la espera de la Virgen María por el nacimiento del Niño Dios, fundamento y razón de ser de todas las fiestas navideñas que ya se avecinan. Por ello, hoy quiero dedicar este espacio a todos aquellos padres que esperan con mucha ilusión el nacimiento de sus hijos. Más aún cuando son padres primerizos y si además han tenido que esperar más de lo previsto por la ansiada llegada de esa buena nueva en casa. Porque para muchos no hay algo más grande que transmitir esa unión de la pareja, en los hijos, fruto del amor que se tienen unos a los otros. Y así lo vemos los hijos con el paso de los años, cuando tus padres te admiran como si acabaras de nacer.

Por todo esto, cuando llega la noticia de que por fin ha llegado un embarazo deseado a una familia - pareja - que tanto lo andaba buscando, y por la que tantos hemos rezado durante ese tiempo, la alegría se desborda. Y lo sientes como tuyo. Como si ese niño, aunque vaya a ser de unos amigos tuyos, fuera un poco parte de ti. La esperanza nunca se pierde y la fe nos alimenta ese 'no desistir' en la tarea. Y cuando se consigue, te das cuenta que todo ha merecido la pena. Y atrás quedaron esos días nublados, y la impaciencia desmedida. Atrás se quedaron las hojas del calendario y las promesas y la inquietud. Y ahora esa espera se transforma. Ya no hay que esperar que llegues. Ya está en camino. Y cuando nazca, y cuando se haga mayor, su padre podrá contarle con besos, abrazos y cariños todo lo que deseaban tenerle. Un hijo es un regalo impagable para los padres. Y la espera de la embarazada, un sentir de pertenencia desde el primer minuto. A buen seguro que ese niño, Mateo, será fiel reflejo de sus padres. Y transmitirá la esperanza que ellos nunca perdieron.

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