El parqué
Jaime Sicilia
Sesión de menos a más
La política española es tan absurda e imprevisible que si se encargara guionizarla al mejor director de películas de suspense, no estaría a la altura exigida. La realidad es siempre más excitante. La aprobación de la reforma laboral dio para una obra que mezcla géneros tan distantes como la comedia, el terror, el humor negro y la intriga.
La coincidencia en el voto negativo que amenazaba su aprobación resultó insospechada y obscena. En una decisión parlamentaria crucial que esperaban ansiosos centenares de miles de empleados porque subía sus salarios y favorecía su fijeza, votó en contra el siguiente reparto escénico: la derecha (PP), la derecha extrema (Vox) y los independentistas catalanes (ERC, la CUP y Junts, o sea , fieles de Puigdemont). Se sumaban a esa extraña amalgama el PNV, el nacionalismo gallego (BNG) y el independentismo radical vasco (Bildu), que todavía no ha condenado los asesinatos de ETA. Decía Winston Churchill que "la política hace extraños compañeros de cama" pero esta relación de fuerzas coincidentes es estremecedora. Esos diputados sumaban 174 votos y el resto, que votaba con el Gobierno, debía alcanzar 176 contando con los dos diputados de Unión del Pueblo Navarro; su presidente así lo anunció horas antes, tras recibir un montón de millones en inversiones para Navarra y la exoneración de un alcalde encausado. Ni gratis, ni edificante. Emoción máxima al inicio de la votación, aunque el desafío parecía controlado.
Pero, inesperadamente, esos dos diputados navarros, que habían reiterado su voto afirmativo sólo horas antes, se rebelaron contra su propia dirección y votaron no, sumándose al surrealista elenco descrito. La taquicardia se disparó en el hemiciclo. La reforma no salía. El secretario de la Cámara se equivocó en el recuento e indujo a error a la presidenta: "El real decreto ha sido derogado", dijo. Y los bancos de las derechas saltaron jubilosos como en el último gol de penalti en una final futbolística. El otro lado del hemiciclo, donde están los socialistas, enmudeció. En cualquier película, por menos hay lágrimas. Pero lo trágico fue la cara de los nacionalistas que se opusieron, votando con las derechas, confiados en que, aún así, la reforma saldría adelante. Sus rostros reflejaban pánico. Esquerra Republicana tiene parte de su militancia en el sindicato UGT promotor de esta reforma. Jugaron con fuego. Se vivieron 45 segundos de terror hasta que la presidenta del Congreso rectificó: "El real decreto ha sido aprobado". Milagro. Quién sabe si por justicia poética, un diputado popular se equivocó en su voto telemático y salvó la reforma. Estruendo, aplausos y abrazos en el otro lado del hemiciclo y estupefacción en los bancos de las derechas que luego pidieron rectificación, o nueva votación; pero no hay precedente. Reclamarán al Tribunal Constitucional, donde cuentan con amigos declarados, pero en privado admiten que no tiene recorrido.
Así que hubo comedia, terror y humor negro. Pero queda por esclarecer la película de intriga. ¿Por qué los dos diputados navarros se rebelaron contra su dirección y cambiaron el voto sin avisar a nadie, confundiendo deliberadamente a todos al insistir en su apoyo a la reforma? ¿A qué intereses sirven? ¿Quién les recompensará por el cambiazo, aunque el golpe buscado se frustrara? Planeó sobre el hemiciclo el recuerdo del tamayazo (la compra de dos diputados socialistas por un comando político-inmobiliario para impedir la investidura de Rafael Simancas que llevó a la popular Esperanza Aguirre al poder). La función no ha acabado. No se levanten de sus butacas.
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