El postureo campa a sus anchas y no tiene fronteras. Su siguiente estación natural es la decepción, al ver reducidas a poses tus esperanzas. Si las pierdes, pues estarás perdido. Y serás un héroe si eres capaz de resistir sin ellas, tan bellas como perversas.

En ésas estaban hasta cinco millones de españoles, que en vez de encomendarse al altísimo en las generales de diciembre de 2015 lo hicieron al asalto a los cielos y una presunta nueva manera de hacer política. Aunque parezca una eternidad, sólo han pasado unos pocos años de aquella promisoria asamblea en Vistalegre en octubre de 2014, donde Pablo Iglesias y los compañeros Carolina Bescansa, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Luis Alegre sacaban pecho en calidad de presuntos galvanizadores de la regeneración. Tres años después, el cisma. Y el cuadro de mando de Iglesias se repinta, no sin trazos gruesos y brochazos.

Las esperanzas son un buen desayuno y una mala cena. A la postre, se acaban digiriendo los viejos sapos. Esa división podemita, curiosamente, resulta ahora grotesca a la vista del actual estado de cosas, con Pablo Iglesias meciendo (tal como defendía el pragmático Errejón) la cuna de Pedro Sánchez, a quien no sabemos si le duele la cara de ser tan guapo o le duele ser tan guapo por la cara que tiene.

El paladín del no es no irrumpió en Moncloa del brazo de una moción de censura y decidido a convocar "cuanto antes" elecciones. Pasó de desahuciado a glorificado en las encuestas. Dizque, mucha gente se cree a pies juntillas las promesas y luego es comprensivo si te las pasas por el forro. Así que si hay que prorrogar los Presupuestos de Rajoy, los prorrogamos. Y a presidir, que son dos días.

El espectáculo con el impuesto de las hipotecas ha sido una suprema decepción para los que se resisten a creer que la justicia está condenada a dar la razón al más fuerte. Con lo que muchos no contábamos era con el trágala de Podemos, que en su hortera (cual Ikea) programa del 26-J de 2016 proponía la elección directa por parte de la ciudadanía de los miembros del CGPJ. Y ya ven: Iglesias recogiendo ahora las migajas de Sánchez del reparto del que renegaba.

La esperanza acechante siembra el desconcierto en el bosque de Sherwood. Y ahora se pone a jugar con fuego con la joya de la corona. ¡Ay, Carmena!

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