Análisis

Tacho Rufino

Falsa venganza, y falsa concordia

Todos somos esclavos de nuestros compromisos: el clímax llega si se pacta con enemigos de lo que debes defenderEl intercambio de estampitas lleva a Sánchez a llamar vengativa a la Justicia

En mayor o menor medida, todos somos esclavos de nuestros compromisos: los familiares, los sentimentales, los sociales y, por supuesto, los profesionales. Pero si tus compromisos son coyunturales, o sea, pasajeros o de ocasión, y además los estableces para un fin como el de alcanzar el poder y cabalgar sobre él -ecuestre lo que cuestre, decían Les Luthiers-, suceden indefectiblemente dos patologías. Primera, que los efectos de tus negociaciones e intercambio de estampitas con otros a los que necesitas, incluidos íntimos enemigos, afectan a muchas personas, desavisadas o hasta inocentes, y también lesionan los intereses comunes. En la postergación de la obligación pública o societaria subyace el desprecio al imperativo moral del deber de "un buen padre [o madre] de familia", como prescribe la ley mercantil, por el afán de dominio de los individuos, sus complejos y su vicio de influencia y visibilidad. Se da en sus plásticas conciencias un efecto típico, similar al alehop ético que hace que alguien que usa una bicicleta ajena creerá sin dudarlo que la bici es suya; es cuestión de tiempo. El tipo convertido en poderoso no parará de apelar, con clichés o jaculatorias y en público o en privado, a su sacrosanto compromiso con el bien común. Dime de qué presumes. No hay dolor de los pecados, ni propósito de la enmienda. Y por supuesto, esta persona no cumplirá penitencia alguna por su propio pie. Se autoindulta, por así decirlo.

La segunda enfermedad típica que inocula a su entorno aquel que hace del cabildeo y el equilibrismo su forma de resistencia y, a la postre, de vida política o empresarial, es que sus decisiones estratégicas u operativas serán mucho menos que óptimas, porque el conchabeo antepone su agenda y plan a los de la cosa común, lo cual es inaceptable en un cargo público, pero también en una empresa privada si ésta no es de tu propiedad. Las componendas alimentan la mediocridad y vulgaridad de sus personas de confianza, pero también de sus socios, normalmente extraños compañeros de cama, gente taimada o engreída, de mera fachada, y para colmo moralistas como la copa de un pino (moralistas versus personas morales: distancia conceptual máxima). No hace falta que lo jure: pienso al decir esto en Pablo Iglesias. Pero sobre todo en el ultracursi llamado Rufián, apellido y adjetivo al que ni siquiera llega su titular. Hablo, a la postre, de los pactos que el presidente del Gobierno negó con firmeza -eso parecía- para después establecerlos, a cambio, claro, de una condicionalidad contraria a la soberanía nacional. Con la ley de su parte, eso también.

Muchos españoles se han quedado ojipláticos y, al cabo, desesperanzados al oír a Sánchez no ya anunciar un indulto -he ahí el intercambio de estampitas- para aquellos políticos catalanes condenados en la más alta instancia judicial por la proclamación de una república por la cara, y permitan la expresión. Lo peor, y es para mear y no echar ni gota, es que lo haga apelando a la "concordia" a la que apela la Constitución como valor. Y al mismo tiempo, llamando "revancha" y "venganza" a una sentencia del Supremo. Se ve que lo de la división de poderes no lo tiene claro, no le cuadra, no se la cree. El silogismo es oscuro como un aforismo de Cioran: si un presidente del Gobierno -poder ejecutivo- hace malabares con antiespañoles parlamentarios -poder legislativo- y acusa de vengativo y revanchista al poder judicial, apaga y vámonos. Hasta cuatro veces el Presidente llama esas cosas a la sentencia de marras en su comparecencia para anunciar el indulto, cuando el castigo era de cajón al entender de cualquier lego en Penal. Eso sí, todo con mucha concordia, por Dios. Falsas la una y la otra: ni hubo ni hay venganza, ni hay concordia alguna en la ciega fe independentista.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios