Las bondades de una fiesta como la que estos días se celebra en media Andalucía desde que hace dos semanas diera el pistoletazo la de Sevilla son indiscutibles. Los buenos ratos entre amigos y conocidos entre sevillanas, rumbas y rebujitos alcanzan la categoría de inolvidables. Los buenos réditos para muchos que hacen el agosto en mayo se tornan beneficiosos para un marco como el del Jerez embebido en paro y falta de iniciativas. Mientras la belleza visual de caballos y luces es deslumbrante habría que hacer un análisis más equitativo sobre las verdaderas razones por las que se conservan tradiciones de ferias de ganado decimonónicas transformadas en botellonas señalizadas y admitidas por una sociedad a las puertas de la inteligencia artificial. Una inteligencia masoquista y deshumanizada con un alto porcentaje de histamina en sus venas, que provoca picores y ardores y que más bien se parece a la capacidad cognitiva de la mosca del vinagre, por aquello del avinagramiento de las costumbres. El alcohol perjudica seriamente la salud, las fritangas y el olor a amoniaco más, al igual que el polvo de un recinto, en forma microscópica, repleto de cientos de ácaros, esporas de hongos del sudor de los caballos, bacterias excretoras de las heces de animal equino y de partículas de yeso y calciopirita provoca estornudos, irritación de ojos y ahogamiento.

Pero aceptando que la tradición y la economía van unidas en beneficio del Marco sería también bueno que se gastaran las mismas energías o más en otras que se antojan más saludables como podrían ser una gran feria del libro que perjudicaría notablemente la ignorancia generalizada o una de las ciencias, la ecología y de la salud que perjudicaría demasiado a enfermedades y pandemias o por qué no, establecer una feria anual de la educación, las artes escénicas y el cine que ofrecerían el contrapunto más auténtico a la falta de cultura. Será por ferias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios