Ni la bolsa de Nueva York, ni el color de los coches en las calles de Manhattan ni el enorme caos producido debido a las rebajas tras el día de acción de gracias.

En España, ha sido una cadena la que, tras la liberalización comercial, puso en marcha el que este viernes de noviembre sea el más auténtico ejemplo de consumismo que hayan visto nuestros ojos y que, a la larga, se ha convertido en otro periodo de rebajas encubierto. Y en Andalucía, Sevilla y Jerez falta tiempo para apuntarse a cualquier cosa que suene a ahorro.

Los datos del paro, de la economía y del IPC son los culpables. Pero para ser exactos, más que de un día habría que hablar de una moda en la que lo del viernes es lo de menos y lo de la negrura está más blanqueada que otra cosa. Puestos a dar las gracias se las tenemos que dar a quienes han universalizado el tema de tal manera que hacen creer a los demás terrícolas que están subidos al tren del modernismo y montan las rebajas sin reparos en casi un mes o incluso durante todo el año para hacer que nos creamos las ventajas superlativas de la compraventa de mercancías sin sentido, cambiando de registros a cada país y organizando la vida del mundo entero a cambio de la parafernalia de nombres en inglés como el del próximo lunes apellidado ahora como ciber monday, el thursday previo o cualquier día del fin de semana a lo fiebre del sábado noche.

No deja de ser un consumismo yankee bien estudiado que ha introducido con calzador el modelo Halloween y a un tal Papá Noel y quién sabe si dentro de nada nos amenace con cualquier sucedáneo para apropiarse de la tortilla de papas, el gazpacho, el palo cortado, las ferias, la semana santa, las zambombas o hasta el mismísimo aire que respiramos.

Es cuestión de tiempo y de ir aprendiendo el idioma inglés de andar por casa. Aquel que elimina las raíces de lo social y lo antropológico y acaba engullendo todo con las fauces de un gigante.

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