Hace unos días, en un conocido bar del centro de Jerez, se alinearon artísticamente los astros y acabaron juntas personalidades como Miguel Poveda, Soleá Morente o El Canijo de Jerez. Como con todo hoy en día, había un móvil grabando y el resultado fue un documento único e inolvidable en el que Poveda cantaba por bulerías a la guitarra de El Chusco de Jerez.

Seguramente El Chusco sea el menos conocido de todos, al menos fuera de las nocturnas calles del centro, pero no el menos artista, de todos los que allí coincidieron. El vídeo fue publicado por diferentes medios de comunicación y los compartidos se sucedían hasta alcanzar miles de reproducciones. La gente comentaba el arte que estaban viendo y elogiaba tanto a Poveda como a El Chusco, quien aparece esporádicamente por las redes para hacer las delicias de quienes disfrutamos con el flamenco.

El problema viene, como casi siempre, con el 'postureo'. Con mis propios ojos he podido ver, por desgracia y en más de una ocasión, cómo la gente ha despreciado al entrañable Chusco cuando se lo han encontrado por la calle. Sin conocer y sin ni siquiera pararse a escuchar, lo han echado de bares, terrazas y otros establecimientos sin que este hiciera absolutamente nada malo. Hasta algunos límites llegan las faltas de respeto hacia las personas que, por circunstancias de la vida, deambulan por las calles, que uno puede encontrarse un vídeo en Youtube en el que aparece El Chusco tocando y cantando bajo el título "enganchao flamenco Jerez".

Lástima que el respeto en ocasiones solo se gane dependiendo de a quién tienes al lado y de si eres viral o no. Para quienes saben escuchar se quedan los ratos que Francisco López, El Chusco, ha regalado y sigue regalando -y ojalá muchos años más- con sus seis cuerdas -en ocasiones, incluso tres o cuatro únicamente-. La admiración y, sobre todo, el respeto, por encima de los clicks y el dinero, deberían ser las únicas aguas que movieran todo esto.

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