Llevo una temporadita de desaliento desencadenado. Abrir los noticiarios me produce grima y causa en mí un sarpullido alérgico tan fiero como inconfesable. No encuentro 'levocetirizina' que aplaque, ni galeno que trate este ardor de mente que surge de las desagradables informaciones políticas con las que desayuno a diario. Mejor resisten los heroicos ucranianos (con toda mi consideración) las bombas del imperio 'putinesco', que yo este ametrallamiento de insensatez constante, de quienes manipulan las riendas del desgobierno ex-pañol. No hay día, hora, minuto que no salga a la palestra algún dislate adicional a otro, que a su vez es mayor que el anterior. Así sucesivamente, sin saber hasta cuándo.

Personalmente me gustaría una escatología inminente para tan 'jartible' situación, y poder parar la deuda histórica mil billonaria que nos ha de quedar si esto sigue por los fueros incontrolables del despropósito. Las leyes, decretos, asignaciones presupuestarias y razonamientos esgrimidos me dejan a los pies de los caballos, sin posibilidad alguna de optimismo. Pareciera que Sartre llevara razón: 'el hombre es una pasión inútil'.

Viendo los debates parlamentarios, se me cae el alma a los pies; el encuentro dialéctico se resume con el 'tú más', como si 'el mono desnudo' estuviera en franco retroceso involutivo; los aullidos 'tarzánicos' y el pataleo se han convertido en el lenguaje de los nefastos representantes de la nación. Cualquier día nos encontramos todos, como Charlton Heston, de bruces, en una playa cualquiera, con la estatua de la libertad semihundida, buscando las raíces antropológicas de nuestro propio desconcierto. Es deseo natural de todos encontrar una salida adecuada a esta brutal manera de ser, en la que nos hallamos, para despejar el sentido de la política, la vida, en suma, que nos tiene al borde del precipicio.

Antes de que 'se nos vaya la flaca', hago una llamada urgente a recuperar 'el principio esperanza': un hombre alegre, comprometido, audaz, libre, lleno de principios, capaz de apostar por una política de transformación esencial. Todo, con tal de salir del estado de postración, al que, sin duda, llegaremos, si dejamos campar por sus fueros la compraventa subliminar de votos 'democráticos', naturalmente.

¿Qué son las concesiones a los independentistas? Como tantas cosas que ocurren, llevan en su interior el deseo de perpetuación en el poder. ¿Hay otra manera de interpretarlo? La aceptaría, si la esperanza de futuro se dejara entrever por algún resquicio de todas esas políticas que quieren cambiar la hermenéutica de la historia. La opción esperanza se me ha quedado en diferido ante el nivel de deuda que tenemos y el escaso margen de libertad que resta, después de haberte señalado hacienda, como ángel exterminador, en la jamba de tu casa.

Me gustaría tener un compromiso serio por parte de todos los partidos políticos, si lo propician los apoltronados presentes, para que ningún artículo de la Constitución fuese vilipendiado en detrimento de la libertad democrática: ninguna cesión que pudiera llevar a la desintegración nacional, por ejemplo ¿No sería esta la prueba de credibilidad necesaria y de viabilidad objetiva?

La política de pequeños gestos-aptitudes son tan necesarios a las ideas como las ideas mismas. Los esquemas de confrontación 'diestra-siniestra' están en las antípodas de los emergentes movimientos sociales; y ya no se resuelve el mundo desde los posicionamientos ideológicos clásicos. Cualquier 'influidor', por ejemplo, puede crear más desestabilización que un tratado de sociología política. Twitter manda más que el monclovita consejo de los martes. Los 'Scratcher' arañan y rasguñan más, con su 'jarabe democrático', que todo 'la ministeria de desigualdad a la completa'.

Mientras no surja una idea modular capaz de aglutinarnos a todos en un mismo fin, la disolución de los principios estará creando mitos ilusorios en la nueva manera de enfocar la política actual, y es tal la desorientación existente que los viejos fantasmas parecerán asomarse de nuevo al hombre desprotegido de sí mismo, que es como decir 'hombre a la intemperie'. Ante la tormenta, cualquier cobijo engañoso le vendrá bien, creerá incluso que le ofrece protección, cuando lo que en realidad encuentra es una cárcel disfrazada de hospedaje.

La esperanza en la libertad se me diluye cuando veo los derroteros por donde caminan las políticas populistas actuales. Da miedo el hombre esclavizado, cuando se cree libre, y en el nombre de su cosmovisión monolítica no acepta otro pensamiento que no sea el suyo. Ya está ocurriendo en nuestro propio país ¿queda más por ver? Los hechos están hablando, la política, lejos de ser la resolución de los problemas públicos, se está convirtiendo en el perseguidor actualizado de la disidencia; mientras, la población permanece callada, asustada o idiotizada, tanto da.

Ahora ¿no nos queda otra que esperar?; como el que espera el autobús, que le llevará a un destino distinto del que pensaba. Si esta es la esperanza que nos queda, adiós a cualquier punto de llegada. Si apostamos por el quietismo, acabaremos por no alcanzar ningún punto omega. Tal es nuestro futuro ¡Viva, viva la zambomba! ¡Dale, dale al almirez!

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