De quien dice lo contrario de lo que piensa, de quien promete lo que no cumple y concibe lo reverso de lo que ha dicho, tenemos en nuestra huerta autóctona una buena muestra de museo, tan voluminosa como la del Prado. A tal grado ha llegado la zoo-botánica de nuestros representantes que ha creado en mí una calcárea deformación de oyente, sobre todo cuando escucho las rimbombantes declaraciones políticas en las que nuestro gobierno (o póngase, por ejemplo, otra cosa) denomina a este Estado, poco menos, que el de Perfección, del que ya hablara, espléndidamente y en otra clave, la andariega monja de Ávila. La gama teatral es tan alargada como la sombra del ciprés, según Gironella. Ya el evangelio propone, nada menos que por boca de Jesús, una impecable definición para esta especie: 'sepulcros blanqueados'. No está mal para principiar el recorrido semántico que merecen semejantes individuos; que no toda la tropa, emulando a Romanones. No sé si el arte de la política tiene que andar siempre con disimulo y doblez; quizá lo exija así la diplomacia como ciencia de las relaciones externas, y se olvide, por ello, de lo interno, que requiere más moral. No ha mucho que pregunté a un edil sobre un asunto pecuniario pendiente, me escuchó con extrañeza y agrado, cosa que agradezco, a la vez que me llevaba de la mano a otra edil, a quien, guiñándole el ojo, sin que yo me diera cuenta, le habló de mis asuntos pendientes. Entendí, en aquel gesto, un 'largo me lo fiais', quedando todo en un distinguido disimulo, con el que sigo yo también disimulando.

Supongo que para mantener los votos hay que regatear con la cruda realidad, que suele ser una verdad brusca para todas las partes. Si se tratara de niños, lo entendería, puesto que las criaturas no tienen estómago suficiente para digerir callos. Y la verdad es dura de asimilar; por lo que hay que mitigarla, dirán los paternales representantes, con embuste y farsa, para que el pueblo no sufra. ¡Tan buenos, tan comprensivos, tan maternales! Se me hace toda una monumental impostura que, día sí y día también, oigamos en los noticieros una retahíla de invenciones y fingimientos, de deslealtades y pillerías, sin recato alguno y como quien se come un higo; teniéndonos que comer nosotros una higa.

Recomendaría a todos los efectos que leyeran el 'Tartufo' de Molière, donde su crítica recae contra quienes no practican «correctamente» la virtud. Porque el pueblo, tan ovejuno siempre, tiene en sus genes la protuberancia craneal, y ¡ay! si le saliera, y, lo que es peor, si la utilizase ante tanta zorrería, trampa y cartón con la que nos alimentan algunos de los más ilustres comediantes políticos. Comprendo que la ineptitud se haya de ocultar con engaño; pero no hasta el punto del ultraje a la dignidad ¡No hasta ese punto! No somos tontos, y los efectos secundarios del borreguismo inoculado pueden derivar en cabra al perder los efectos antígenos si no se nos pone la tercera dosis. Con la salud, no se juega; con el pueblo, tampoco; con la verdad, menos.

Intento buscar sinónimos que no hieran tanto la sensibilidad; y sólo me brotan algunos, aún peores: fariseos, tramoyistas, farsantes, camanduleros. ¡Basta! Me digo a mí mismo, para no ofenderme en el intento. ¿Por qué tanto engaño y manipulación en quienes deberían ser prístinos y trasparentes ante los ciudadanos? El 'puedo prometer y prometo' ha quedado para el baúl de Karina. Las medidas que salen, por ejemplo, de ayuda a la juventud 'para su cultura' huelen a la misma chamusquina que el aire de La Palma, con todos mis respetos. ¿Se puede engañar hasta tal punto? ¿Qué hacen con aquellos jóvenes que después de haber obtenido óptimos resultados académicos tienen que salir 'forzosamente' a países menos excelsos que el nuestro? 400 euros, naturalmente para cine, teatro y alquileres ¿Ya no vale la excelencia en la educación? ¿Dónde se encuentran las prometidas inversiones en investigación científica que tanto se cacareaban durante la pandemia? ¿Qué hacen con esa Sanidad Pública, la mejor de España, que no permeabiliza los datos informáticos de una comunidad autónoma a otra y hace imposible que un ciudadano herido en Burgos, por ejemplo, no pueda tomar, por conflicto fronterizo, una ambulancia que le traslade a su Andalucía natal? ¿Dónde se han escondido los vocingleros sindicatos ante la subida de la luz y el bajo poder adquisitivo? ¿En qué lugar se enamoró de ti…? (Perdón, eso es de Perales… ¡como si se me hubiera ido la olla!). Que es como para que se nos haya ido a todos, de tanto trampeo, engaño y fingimiento que hay. Seguiré con la palabra: hipócritas.

No he insultado, señor juez, ¡Dios me libre! Sólo he descrito.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios