Imprudencia: "Infracción o incumplimiento del deber objetivo general de cuidado o diligencia", especialmente si sus consecuencias eran previsibles. Es fácil encontrar ejemplos: conducir bajo los efectos del alcohol, adelantar en un cambio de rasante, dejar a un menor jugando en una calle con tráfico, evitar los elementos de protección en un trabajo peligroso…
Está claro que, sin entrar a valorar aspectos jurídicos, la actuación de los distintos gobiernos durante las navidades en relación con la COVID-19 cabe calificarla como imprudente y, posiblemente, grave. En efecto, sabiendo lo que podía pasar - los expertos lo habían advertido - se permitió una relajación en la actividad económica y social que conducía a una mayor movilidad y contacto interpersonal cuyas consecuencias padecemos estos días en forma de contagios, riesgo de saturación hospitalaria y… muertes. ¿No es eso imprudencia y grave por los hechos y las consecuencias? Prefirieron escuchar las voces económicas sobre las científicas y, en lugar de ejecutar una cirugía intensa durante un período más corto, prolongaron el empeoramiento y la agonía del enfermo haciendo mucho más difícil su curación. Y ello partiendo de una situación que no era buena pues, cuando en la segunda ola se planteaba el objetivo de bajar el índice de afectados a 25, en el ámbito nacional no se logró bajar de 200. Y aún hay quien presume.
Y ahora, ¿qué? Seguimos con paños calientes ¿De qué sirve cerrar perimetralmente Jerez con su gran extensión, sus 200.000 habitantes y su amplia oferta comercial y hostelera aun con horario limitado? Es hora de la cirugía - ¿cierre de lo no esencial, confinamiento domiciliario? - aunque los que ahora lo piden sean los que antes se quejaban de perder su libertad.
Mientras tanto, ¿quién responde de las imprudencias?
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