Bernardo Palomo

Intelectualismos baratos

Entrando en agujas

07 de febrero 2024 - 00:00

¡qué hartura de cartel! He escrito mucho de ellos y llevo algún tiempo que no lo hago porque, la verdad, no me interesan para nada. Ni creo que, hoy en día, un cartel interese a nadie. Sólo a los que se les ha encomendado y únicamente por la supuesta gloria efímera que les aporta; no por la trascendencia artística sino, más bien, por los habituales revuelos que levantan en su entorno. Vayamos por partes. Hasta hace unos años, el cartel de la Semana Santa respondía a la necesidad de anunciar tal efemérides. La ciudad se llenaba de carteles y era algo que se demandaba con fuerza. Hoy ya los carteles ni se imprimen. Sólo unos poquitos y, en ocasiones, uno grande para llevarlo a Fitur. Lo demás no interesa.

Ahora todos conocen el cartel nada más ser anunciado -incluso cuando, todavía, los dirigentes y el autor no lo ha descubierto ya circula por las redes-. Todos los tienen en el móvil y, por tanto, imprimirlo no vale la pena. Por lo tanto poco anuncian. También hay otra cuestión. Se ha llegado a trocar la filosofía original del cartel, su principal motivo: imagen que anuncia un acontecimiento determinado, de un determinado lugar, en un momento puntual. Eso da igual ya. Se ha intelectualizado hasta puntos insospechados la realidad del cartel.

Hoy se buscan filosofías espurias, conceptos insondables que necesitan libros de instrucciones o prospectos explicativos para ser medianamente entendidos. Se buscan autores estrellas, estetas de la forma y palmeros que alaben sus gracias. Hay voceros que explican, con sofismas imposibles de entender, lo que poco tiene que explicar. Los autores profundizan en aguas abisales para encontrar supuestos argumentos que sólo convencen a ellos y a sus augustos turiferarios. Se ofrecen símbolos escondidos que quieren patrocinar realidades imposibles. Y así, entelequias de pobres desocupados.

El gran pintor Salustiano no tiene la culpa. Su obra es extraordinaria; su cartel de la Semana Santa de Sevilla no anuncia nada. Honor y gloria a la gran pintura. Quitemos los carteles, sólo valen para vender dialéctica tontas. Viva Eduardo Pereiras y Diego Romero Fabieri.

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