Análisis

salvador gutiérrez

Jerez, una ciudad insegura

Se me rompe el alma ver de cerca el rostro del Padre Juan Carlos Mancebo. Siento impotencia y rabia, no sólo porque es un hombre bueno, sino porque su dolor es el de tantas personas de la tercera edad que salen hoy por las calles de Jerez con miedo. Le han partido la nariz y le han desfigurado el rostro tras un brutal atraco a pocos metros de la Basílica de la Merced. Escribo este artículo como ciudadano y, si ustedes quieren, como periodista también. Y es que…ya estoy cansado, porque este nudo que tengo ahora mismo en el estómago tiene que convertirse, de una vez por todas, en aviso a navegantes para quienes nos gobiernan.

Esta crítica no va de izquierdas, derechas, centro, arriba ni abajo; va de la inseguridad palpable en la ciudad que siempre he querido. Vivo en el corazón de Jerez, es decir en pleno centro, y percibo esta falta de seguridad que es ya comidilla diaria entre las gentes de buena fe que toman sus cafés en los bares de la zona. Y lo percibo cada día como observador y viandante. Lo que veo es una absoluta dejadez de nuestra salvaguardia, un desamparo constante del ciudadano de buena voluntad unido a una falta de presencia policial que convierte a estas desoladas calles en verbena y acicate de malhechores. Y aquí no pasa nada. Y la frase de algún mayor vuelve a retorcer la amargura de mis entrañas; "Antes vivíamos seguros".

¿Qué ha pasado en estas dos últimas décadas? ¿Es justo que mis padres, que ahora podrían disfrutar de su jubilación con un simple paseo por estas magulladas calles, tengan que mirar por donde andan? ¿Es justo que tenga que aconsejar a mi madre un día sí y otro también de la necesidad de no salir con bolso a la calle?

Hace unos meses una señora, también de la tercera edad, fue víctima de tres atracos en la calle Porvera, después el asalto y agresión al Padre Antonio López en calle Medina, más adelante falleció un hombre a las puertas del mercado de Abastos después de producirse un robo con violencia. Sin olvidarnos de la relegada calle Nueva, ahora nos despertamos con esta despiadada agresión al Padre Juan Carlos. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Qué remedio se le va a poner a esta ciudad para que nos sintamos seguros?

El pasado mes de mayo la Policía Nacional detuvo a 28 magrebís en Jerez por robos con violencia. El informe de la denominada 'Operación Cajal' relacionaba por primera vez el aumento de los delitos de robos con violencia o intimidación en el distrito centro al aumento de la inmigración masiva. Y esto hoy sigue siendo un problema por más que lo queramos ocultar y por más que se quiera tamizar la información (cosa que no comparto, porque los hechos son los hechos).

Hace sólo un año la UNESPA (Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras) afirmaba en otro informe que Jerez era la tercera ciudad más insegura del país y que el riesgo de robo era notorio tras analizar el ranking de cien municipios mayores de 75.000 habitantes. Hoy da miedo pasear por determinadas zonas de Madre de Dios, centro y buena parte del casco histórico. No hay seguridad y lo peor de todo es que parece no existir ningún tipo de temor a nada.

Me consta que la Policía, siempre profesional, comparte esta impotencia y que ellos también la sufren. ¿Qué tienen que hacer para que un delincuente al que se le atribuyen distintos delitos de robo con fuerza ingrese de una vez en la cárcel?, me comentan. Y es que desde hace años el Tribunal Supremo viene defendiendo que a los delitos leves no se les pueden acumular el agravante de reincidencia. Ahora mismo hay personas con más de cien antecedentes en la calle porque los jueces no pueden aplicarles este agravante de "reincidentes". Aquí está la cuestión y por eso los ciudadanos tenemos que apuntar a lo que emana del Congreso. Y, en consecuencia, manifestarnos.

Me niego a que esta situación se normalice en Jerez. Y me indigno al pensar de nuevo en mis padres que, como otros muchos pensionistas, han sido contribuyentes de toda una vida para recibir a cambio esta estampa desoladora de mi ciudad. Pido a las autoridades, las presentes o las que estén por venir, que tomen cartas en el asunto. La gente sólo quiere ya algo tan simple, básico y esencial como poder sentirse seguro al caminar por las calles en las que una vez crecieron en armonía y felicidad.

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