Dicen de Jerez que fue la primera ciudad española en disponer de alumbrado público eléctrico. En concreto, en el año 1890 se aprueba la instalación de veintidós farolas en calle Larga y Lancería. Ríanse de las birriosas cinco farolas de la 'vereita' verde de Juanita Reina. Era alcalde, Don Eduardo Freyre y Góngora, y lo digo, por la parte que me toca.

Para la implantación, tanto del alumbrado público como del privado, pronto se constituyó la Compañía Jerezana de Electricidad que, con el tiempo y como las zambombas navideñas, fue fagocitada por la Compañía Sevillana. Desde entonces, muchas generaciones de jerezanos creyeron que la luz se fabricaba en Sevilla, como los mostachones en Utrera.

Pero todo este proemio, no es sino para achacar a la suministradora eléctrica de turno, el daño histórico y continuado que estética y materialmente perpetran sobre el conjunto histórico de la ciudad. En base a un injustificable derecho de servidumbre legal, por utilidad pública, tiene fustigadas -que no Fustegueras- la práctica totalidad de las casas y calles del centro histórico. Hemos asumido, -como algo normal- los mazos de mangueras de cables, las cajas de registro, los postes y soportes sobre nuestros edificios y monumentos. Ningún PGOU ha hecho nada efectivo por solucionarlo.

¡Que inventen ya una wifi eléctrica, por favor!

La solución no está en los propietarios particulares, como actualmente se hace, derivándoles la responsabilidad y el coste de soterrar semejante bodrio. No ya solo por repercutirles el gasto de un daño que no provocaron, sino porque son actuaciones aisladas y testimoniales que no resuelven el problema. Se impone ya un acuerdo resolutivo entre el Ayuntamiento y la suministradora -que se lleva el parné-, y nos deja los cables colgando.

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