Análisis

fátima ruiz de lassaletta

Por ser Justo, ser Fino

Por ser Justo Casas Lucas uno de los hombres de ciencias del jerez más decisivos en la investigación de nuestros vinos en las dos últimas décadas en las que coincidí con el profesor -de las tres que él dedicó al sector- y por haber sido él vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras, en la que ya no coincidí personalmente tanto, por la avanzada edad. Y desde la distancia y admiración de su profesionalidad científica y la mía de comunicación y promoción internacional, es por lo que deseo recordar públicamente la simpatía recíproca -tal vez por mi juventud y decisión, era por lo que me consideraba-, así como repetir las noticias que participó en mi presencia.

A veces en las galerías de la Casa del Vino, otras en los jardines de Villa Victorina o Villa Bristol, mencionó que su destino estaba unido a los vinos recios de su casa y bodega familiar de Navalcarnero y de Morales de Toro, hasta que en el Consejo Superior de Investigaciones Científica se prendó del misterio de la flor del jerez Fino, cuya levadura había sido clasificada allí ya en 1936 por Marcilla, Alas y Feduchy: nuestro Saccharomyces beticus. O baeticus, que con 'ae' le habían dicho en la Universidad de Turín, cuando efectuó la tesis doctoral de su carrera, que también se declinaba el latinazgo.

En Italia, decía, tuvo tentadoras ofertas para quedarse en la investigación de la viticultura. Marsala, que producía un vino dulce parecido a nuestro Amoroso, hubiera querido que aquel brillante joven les trabajara en el desarrollo de una crianza biológica. Mas volvió a España y a Jerez, de la mano de los González Gordon, para seguir estudiando la levadora exclusiva de nuestro Fino, esa que tiene aroma de pan castellano -pues él siempre fue más catador que bebedor-, esa que emerge a la superficie del Fino dentro de la bota, y que siempre pensó en sus posibilidades de crianza por inmersión.

Le recuerdo desde mediada la década de los años sesenta del siglo pasado, ora en su smoking de fiesta vendimiadora, ora en su chaqueta de tweed de Armando, y puliendo sus impecables gafas. Que tal vez, por osmosis, algo se había impregnado del fino estilo González -si bien de espíritu siempre lo fue- y de su fino Tío Pepe, de cuya gran nueva bodega fue uno de sus estudiosos. Confesando en ocasiones su devoción por don Mauricio, senior, y su complicidad con César Pemán en lo relativo a la viticultura.

Su hablar quedó, sus eses finales hacían captar la atención especial de sus oyentes, desde la brillante conferencia de ingreso en la Academia de San Dionisio, como en su lección magna de toma de posesión como académico de Número. Pero sobre todo sus siempre interesantes opiniones enológicas -que compartía siempre que las tenía exclusivamente por suyas propias-, y le veo rodeado de directivos de la época, tales como Saldaña, Balaó o Bretón, en aquéllas Fiestas de la Vendimia del tercer tercio de siglo XX, de amables recuerdos. Época del jerez que nos tocó vivir del mayor esplendor y expansión del sector.

Descanse en paz, tras una larga y fructífera vida, el investigador por excelencia del Sherry, del micoderma vini del Fino. Justo es que se le reconozca y no se olvide su obra.

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