Resulta enternecedor ver la sensibilidad de los gobernantes progresistas en el afán reparador de las víctimas de la represión franquista; víctimas a las que llevan dos décadas diciendo que van a reparar. A la hora de la verdad todo ha quedado en cambiar nombres a las calles y reescribir la Historia. Lo que no llegué nunca a comprender es el mecanismo psicológico por el que estas víctimas, alguna centenaria debe quedar- como mucho el recuerdo de sus nietos-, les provoca tal excitación y las de ETA, que son de sólo hace diez minutos les produce hilaridad. Pero ahora ya comprendo. Si solo fuera indolencia-aunque no tenga un pase-, intentaría ponerme en sus zapatos. Pero de años a esta parte, lo que muestran es desprecio. No soy capaz de medir la crueldad que conlleva darle el Tercer Grado al carnicero Pakito-Mújica Garmendia el mismo día 11 de diciembre en el que se cumplen 33 años de la terrible matanza de la Casa Cuartel de Zaragoza- 11 muertos, cinco angelitos-, uno de los peores atentados de la banda pocas semanas después de la barrabasada de Hipercor. Este tipejo volverá a casa por Navidad en "hedor" de multitudes como viejo gudari agasajado por el nacionalismo, aplaudido por Podemos y gracias sobre todo al tacticismo de un socialismo irreconocible que olvidó a sus muertos, aderezado con la tímida y pusilánime protesta de una parte de la Derecha que está descoyuntada de tanto girar al centro. Que quieren que les diga, que todo esto me provoca una repulsa indescriptible y un desapego considerable de la clase dirigente. Esa misma semana, la EiTB que pagamos todos con el generoso cupo, ha estrenado una serie sobre los hechos de Alsasua en los que la Guardia Civil es pintada como acosadora, borracha y violenta, mientras Barcelona-homenaje a Celáa- grita "parla Catalá o emigra". La triste nueva normalidad.

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