De siempre ha sido un don. Manejar las redes con habilidad ha servido para llenar de comida las mesas, las más altas y las más bajas. En estos tiempos el concepto es bien distinto: manejar las redes consiste en asestar golpes directos al estómago, y no me refiero a los que un púgil 'regala' a su oponente en el cuadrilátero, sino en darle lo que desea, hacer que lo que el receptor guarda en sus tripas brote. Para muchos que la noticia o la foto sean verdad les da exactamente igual. Para ellos la información es un arma de ataque al servicio de unas consignas ideológicas. Es por ello que utilizan ardides de toda índole para conseguir su objetivo. Poco a poco, hasta la prensa internacional ha reconocido que picaron el anzuelo, que publicaron fotos que no se correspondían con los altercados catalanes. Los mentirosos -sobre todo los expertos en las medias verdades- van perdiendo amigos y apoyos. Y es que aunque algunos lo sigan creyendo, una mentira mil veces repetida no deja de ser eso: una vil mentira.

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