La realidad social es la que es y, mucho me temo, que nadie pueda hacerla variar si no es con una mano férrea que corte los desmanes. Es lo que han hecho, por muchísimo menos, otros países; claro que con las ansias de salir, de estar en la calle, de olvidarse de que esto está como está, de ir de fiesta, de llenar los bares, infinitamente menores que las que tenemos nosotros. Por eso hasta que se imponga la cordura, hasta que los gobernantes vean que no existen otras maneras, hasta que, además, sean conscientes de que esto es un problema de estado y que no vale echarse los balones mojados unos a otros para que no les salpique y sus intereses espurios estén más a menos a salvo, esto seguirá como hasta ahora o peor. Aquí todos vamos a lo de cada uno. Por eso, los políticos deben actuar con sensatez y no como lo están haciendo; sólo buscando salvar su imagen que les eternice en la butaca dirigente pase lo que pase, haya los muertos que haya y los infectados vayan llenando hospitales. A ellos les da todo igual, ni la pandemia ni los muertos ni nada. La historia es la que es; el mundo está como ésta; sin embargo, hay países donde la clase dirigente trabaja por los demás, aúnan esfuerzos, arbitran medidas dentro de una lógica y buscan encontrar soluciones. Aquí, en esta España cainita, da igual lo que pase; el señor Presidente sólo se mira en el espejo y hace lo indecible para que su imagen no aparezca con una mínima distorsión. Primero es él, después es él también y, lo demás le da igual. Sus compañeros de Gabinete, con las mismas ansias de perpetuidad y de seguir manejando, continúan en su línea de desvergüenza, inconsciencia y desfachatez. España se está desdibujando, la están borrando; lo mucho bueno que teníamos se está perdiendo; lo estamos perdiendo. Y, además, los ciudadanos tampoco contribuimos mucho para que esto salga adelante. Mientras tanto, la gente se sigue muriendo.

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